lunes, 12 de junio de 2017

SANTÁNGEL RECIBIÓ ESCASA RECOMPENSA POR FINANCIAR LA EXPEDICIÓN


Por Ricardo García Moya                                             Las Provincias 2 de abril de 1992

Existe un nexo ignorado entre la mone­da medieval valenciana y el manuscrito que Fernando el Católico, rey de Va­lencia, remitió en 1490 a la villa de Alicante, otorgándole el título de ciudad en agradeci­miento a la ayuda prestada en la guerra de Granada. El cronista real Hernando del Pulgar anotaba que "del Reyno de Valencia, todos los días venían por mar navios cargados de pan, e de paja e cebada, e de todas las provisiones que eran menester"; y, sin duda, muchos de los barcos saldrían del puerto de Alicante.
Todo manuscrito valioso suele tener su car­ga enigmática, que puede emanar de la cali­grafía hermética (p.e., la de Leonardo de Vinci, que requería el uso de espejo para su lectura), o de frases con doble significado. Respecto al manuscrito alicantino, la duda surge ante un extraño grafismo dibujado en el topónimo "Valencia", que altera la normalidad paleográfica del escrito. Por lo demás, el pergamino es similar a otros del siglo XV elaborados, posi­blemente, en el monasterio de Guadalupe; lu­gar donde los monjes "pergamineros" purga­ban las pieles con cal y las pulimentaban con piedra pómez.
¿Qué representa el tosco pictograma cuyos trazos sugieren la forma de tridente? ¿Podría relacionarse con el dios Neptuno y el hecho de ser Alicante ciudad marítima? Lo que ahora es un misterio, era automáticamente interpretado en la Edad Media en toda España. El resto del escrito es normal y responde al dicta­do de Fernando el Católico -que se encon­traba en Córdoba el 26 de julio de 1490- a su escribano, "ordenando a las autoridades del Reino de Valencia que guardasen y mandaran guardar los privilegios de dicho título".
El origen del falso "tridente" se remonta al año 1365 -reinando Pedro el Ceremonioso- después de la guerra entre los reinos de Casti­lla y Valencia; contienda en que el Ceremonio­so conservó la Corona de Aragón gracias al heroísmo de los valencianos de todo el territo­rio. La distinción concedida por el monarca fue singular en la historia, pues en "les seues reyals lletres", al enumerar los reinos de Ara­gón, Nápoles, Sicilia, etc., y llegar al de Valen­cia, "pintó con su mano una corona en la L". Este raro privilegio fue respetado en los docu­mentos importantes y, claro está, en la conce­sión del título de ciudad a Alicante no podía faltar.
Por tanto, el misterioso arpón del manuscri­to corresponde a la corona dibujada por el escribano de Fernando el Católico sobre la letra L de Valencia "Ciutat e Regne". Poste­riormente, el privilegio fue olvidándose, aun­que todavía en 1696 -reinando el infeliz Car­los el Hechizado-, el obispo de Orihuela re­cordaba en un escrito dedicado a la Generali­dad, que "la L, Brazo Real, por su coronada y establecida lealtad, duplicada en sus leales ciudadanos y las Ciudades y Villas del Reyno" (Sánchez, M.: Sermón de gracias por el feliz recobro de la salud del Rey, Valencia, 1696, fol. 6).
Es decir, el Ceremonioso premió con la co­rona a todo el territorio, "Ciudades y Villas del Reyno", aunque influyeron en la merced los dos cercos sufridos por la capital. No obstan­te, la guerra contra castellanos fue encarniza­da en el sur del Reino, y el propio gobernador de Orihuela murió envenenado por cirujanos de Pedro el Cruel de Castilla, en típica argucia de este siniestro rey.
¿Qué queda de la letra L, coronada medie­val? Un privilegio tan honroso -que distin­guía en los documentos reales al Reino de Valencia sobre cualquier estado europeo- tuvo consecuencias inmediatas. Acatando la voluntad regia, la moneda valenciana y la Real Señera incorporaron la corona sobre las barras; mientras que en el Condado de Bar­celona, por ejemplo, continuó en el siglo XIV con el losange sin corona en las monedas. Hay que aclarar que Cataluña no existía como nación en la Edad Media y, en conse­cuencia, no se acuñaron piezas con la pala­bra Cataluña.
Iconológicamente, la moneda valenciana que financió el Descubrimiento mantuvo las dos barras coronadas, como la primitiva Señera que aparece en el mapa de Mecía de Viladestes en 1413, conservado en la Biblio­teca Nacional de París. Por cierto, la aprecia­da corona heráldica (sobre azul en la bande­ra) fue devaluándose ante la escandalosa proliferación de coronas sobre cualquier es­cudo (también en las monedas) a partir del siglo XVI, hecho denunciado por heraldistas coetáneos, aunque sin resultado.
La ayuda valenciana al descubrimiento
Respecto a la ayuda valenciana al Descu­brimiento, hay que puntualizar que benefició poco a nuestros antepasados, pues parece que sólo consiguieron un trozo "de la propia madera del mástil con que se descubrieron y ganaron las Indias" (Soler, J.: Memorial, Va­lencia, 1706, p. 18). Reliquia singular -conservada en el Real Colegio del Corpus Christi- pero escasa recompensa para el pueblo que propició, a través de Luis de Santángel, el viaje de las naves españolas.
En fin -volviendo al tema inicial- la mo­neda del Reino de Valencia, la Real Señera y el Manuscrito de Alicante tienen concordan­te la Corona Real: sobre las barras en el primer caso, y sobre la letra L en el pergami­no. Incorporación promovida -detalle im­portante- por voluntad soberana.


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