Autor: Juan Vanrell Nadal
Por más vueltas que le doy no
consigo entender lo que pasa en mi tierra. Me gusta hablar con la buena gente
sencilla, la autóctonamente mallorquina. Todos están orgullosos de ser
mallorquines. Invito a Zapatero, Maragall, Carod, Mas y Munar a que lo comprueben
personalmente. Que vayan a los pueblos de la Mallorca profunda y pregunten a la
gente isleña ¿qué lengua hablan?, ¿qué costumbres tienen? Que Matas, Fiol y Puig pregunten a
sus padres y abuelos si son o se sienten tan catalanes…
¿Por qué entonces en el Estatuto,
de espaldas al pueblo, se ha determinado que la lengua oficial de Baleares es
el catalán? ¿Por qué ninguna autoridad tiene un mínimo de dignidad balear y
corrige para siempre tamaña falsedad histórica? Nuestros increíbles políticos,
lejos de remediar el error, se empecinan en mantenerlo y en acrecentarlo. Cada
día hay más medidas y subvenciones para la expansión del catalán. Como guinda,
el pasado 1 de julio, los políticos progresados del Pacte de Progrés acordaron
quitar la H a la capital de Menorca,
Mahón. Ofuscados analfabetos en historia han pisoteado miserablemente un nombre
antiquísimo, usado por fenicios, romanos, godos, árabes, españoles, franceses,
ingleses y menorquines desde siempre. Mentes ancladas en el rencor y la mentira
han asesinado un nombre milenario.
Obviamente una H en sí no tiene gran importancia. Pero
en el caso de Mahón, su supresión significa la profanación de una milenaria
reliquia cultural. Pregunto a los cabestros de tamaño dislate: ¿cuándo comenzó
a existir Cataluña en la acepción política que hoy le damos? Por si no lo
saben, comenzó a finales del siglo XIII y primera mitad del siglo XIV. En estas
fechas Mago, Mahón, Mahó hacía siglos
y siglos que era conocida escrita con esta «nefasta h» en cartografías y
documentos. ¿Cómo es posible que una institución política confirmada por los
años 1350, sea la que impugna los datos históricos y lingüísticos a la
antiquísima Mahón y Baleares? Los políticos no tienen por misión cambiar
lenguas y nombres, sino administrar, administrar, administrar, servir, servir,
servir. Si equivocan su función, ¡pobre política! ¡pobre filología!
¡Qué hace el pueblo? Sufre, calla
y aguanta pacientemente. La Universidad, que tendría que ser un gran escudo
defensor y su seguro faro iluminador, es la primera en traicionar la lengua
balear en Baleares. De todos es sabido que en las universidades los sumisos al
nacionalismo catalán triunfan, tienen cargos y subvenciones.
El pueblo es el verdadero amo,
dueño, artífice y señor de su lengua. En el caso concreto de Valencia y
Baleares ha sido traicionado precisamente por los que tenían que ser sus
primeros y principales valedores. Nuestros gobernantes y rectores, en vez de
estar con su pueblo, prefieren adorar al dios pancatalanista. ¡Qué bien premia
Cataluña! Es una ignominiosa subversión de valores. Esta lamentable subversión
nos llevará a la muerte. «Las
civilizaciones mueren por suicidio, no por asesinato», escribió Toynbee…
Afortunadamente hay excepciones.
En Valencia tenemos al «Colectiu Fullana», integrado por un centenar de
catedráticos y profesores universitarios. No quiere renunciar a sus señas de
identidad valencianas ni claudicar ante el poderío pancatalanista. «Tan universitarios son ellos como nosotros,
tan doctores son ellos como nosotros, tan válida es su sabiduría como la
nuestra. Ellos tienen muchas subvenciones, nosotros la dignidad de ser
valencianos y el orgullo de una lengua propia, con un siglo de oro maravilloso,
precursor del español», me ha dicho uno de ellos…
¡Ojalá el pueblo balear tenga
algún día la suerte de que desde la UIB surja un colectivo doctoral que
defienda valientemente la lengua balear, como hace el Colectiu Fullana en la
Universidad de Valencia!
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