lunes, 16 de mayo de 2016

LAS ARBITRARIEDADES DE POMPEYO FABRA

Por: Ricardo de la Cierva
En 1913 el Institut d'Estudis Catalans adopta para su objetivo de normalización el criterio de un químico metido filólogo y transformador de la lengua catalana: Pompeyo Fabra y Poch, conocido después como Pompeu Fabra, otro intocable del cual habrá que hacer alguna vez una crítica profunda, que jamás han intentado los intelectuales catalan­es, por conformismo (excepto uno, el profesor Rubio, sobre quien volveremos), ni los castellanos que conocen el catalán, quizá por cobardía. Disconforme con las arbi­trariedades de Fabra, Alcover, que era un filólogo mucho más serio, dimite y se vuelve a Mallorca.

Pomeyo Fabra había nacido en Barcelona en 1868. De­sempeñó una cátedra de su carrera universitaria, la quí mica, en Bilbao. Aficionado a la filología, se dedicó a la reforma del catalán con el ardor de un cruzado y bajo la protección entusiasta de Prat de la Riba. Publicó una Gra­mática de la lengua catalana en 1912 y un Diccionario ge­neral en 1923, que se considera por los pancatalanistas como dogma de fe. Con motivo de la guerra civil se exilió en Francia, donde murió en 1948.


La clave filológica de Fabra era «conseguir un proceso de unificación sobre la base de la normalización en el prin­cipado». Será el mismo fin que adopten los forzados unifi­cadores de la lengua vasca, dispersa en media docena de dialectos; y tanto unos como otros bajo la inspiración de los filólogos judíos que normalizaron la resurrección del hebreo como nueva lengua nacional para el solar de Israel en Palestina. La retirada de Alcover se debió a su oposi­ción a este «centralismo lingüístico» de Fabra, que preten­día imponer en todas partes el habla no ya de Cataluña sino de Barcelona, con talante dogmático y con arbitraria eliminación de las formas que se asemejaban al castella­no, pero que provenían de una evolución natural y legíti­ma, es decir, perfectamente catalana. E1 ilustre filólogo valenciano Cremades, de la Compañía de Jesús, de quien tomamos estas opiniones, explica por qué Fabra no eligió por modelo a Jacinto Verdaguer, máximo poeta catalán con­temporáneo: «Y es que la lingüística verdagueriana se ha­lla bastante más próxima al valenciano de los Ausias March, Martorell y sus sucesores hasta Teodoro Llorente y Fulla­na; más cerca también del catalán occidental, leridano y tortosino; más cerca incluso del romance vivo en el Reino de Valencia cuando la conquista de Jaime I y que hoy po­demos admirar en el texto de Els furs. Lo que es más, los escritos de Verdaguer se hallan mucho más próximos al lenguaje actual de los valenciano-parlantes que al catalán oriental.» Y eso que Pompeyo Fabra se dignaba permitir que la lengua del Reino de Valencia se denominase valen­ciano o catalán.

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