domingo, 18 de mayo de 2014

LA GUERRA DE SUCESION EN VALENCIA (XXVII)

REVISTA DE HISTORIA MODERNA
Número 25 - 2007

LA GUERRA DE SUCESION EN VALENCIA (XXVII)
RETROSPECTIVA HISTORIOGRAFICA Y ESTADO DE LA CUESTION.
Páginas: 303 a 329
Autor: Carmen Pérez Aparicio.

Tomando como punto de partida estas hipótesis, se presentó en el "I Congreso de Historia del Reino de Valencia", celebrado en 1971, una comunicación bajo el título "La Guerra de Sucesión: una revolución campesina!". En ella, después de situar el conflicto en su perspectiva internacional y en el marco de una confrontación, en el seno de la Monarquía Hispánica, entre un proyecto político de signo absolutista y centralizador y otro de carácter pactista, el citado trabajo entraba de lleno en lo que constituía uno de los aspectos más significativos y peculiares del conflicto sucesorio en el Reino de Valencia, las reivindicaciones antiseñoriales. Aún hoy en día, cuando el estudio de las rebeliones en los distintos reinos de la Corona han avanzado considerablemente, es indiscutible que las reivindicaciones campesinas adquirieron en este caso una relevancia y magnitud que no alcanzaron en los territorios, aunque no se les seas ajena del todo la problemática antiseñorial.

Esta relevancia estaba motivada por dos factores que entonces aparecían formulados, por un lado, el marcado clima de descontento existente en el señorío valencianos, resultado de las duras cartas de población firmadas entre señores y vasallos a raíz de la expulsión de los moriscos, y de otro, las promesas de abolición del régimen señorial y de disminución de la fiscalidad hechas por los emisarios del archiduque Carlos y especialmente por Juan Bautista Basset y don Francisco García de Avila. Dicho en otras palabras, la estrategia de los dirigentes aliados para consolidar el apoyo de las clases populares a la causa carolina tuvo muy en cuenta la realidad socioeconómica y los antecedentes históricos del Reino de Valencia, independientes de que valencianos y aragoneses compartieran el objetivo principal, la defensa de la Casa de Austria frente a la Casa de Borbón.

Conviene al mismo tiempo recordar y destacar al respecto el interés despertado entonces por el estudio de la revuelta campesina de 1693, conocida con el nombre de Segunda Germanía, antecedente inmediato de las reivindicaciones hechas al gobierno del archiduque, y al mismo tiempo por el régimen señorial, un campo en el que la historiografía valenciana fue realmente pionera con trabajos importantes sobre distintos señoríos que aportaron nuevas perspectivas al estudio del feudalismo.

Sin embargo, y aunque el conflicto sucesorio se abordaba desde la perspectiva señoría, no se reducía ni limitaba a esta problemática. Ya de entrada, el movimiento austracista en el Reino de Valencia quedaba entonces perfilado por una pluralidad sociológica que abarcaba otros colectivos, como la pequeña y mediana nobleza, precisamente aquella más vinculada a las instituciones forales, el abajo clero, las clases urbanas y una parte significativa del mundo rural, especialmente el cometido a la jurisdicción señorial. En definitiva, un aspecto sociológico que, a grandes rasgos, coincidía con el de otros territorios de la Corona de Aragón, como los estudios posteriores pusieron de relieve- Los objetivos también aparecían entonces formulados, la defensa del pactismo, que en aquel momento aparecía reflejado en la corriente neoforalista, la defensa de los intereses económicos de los gremios y comerciantes y la supresión de las prestaciones señoriales, en consonancia con las promesas de abolición formuladas por Basset. Al mismo tiempo se apuntaban otras razones importantes al descontento social, como las derivadas de la interrupción del comercio a causa de la guerra,  con el consiguiente descalabro de una economía agrícola y muy vinculada a los mercados de Holanda e Inglaterra, ampliando al mismo tiempo el marco cronológico tradicional,  que hasta entonces se abría hasta agosto de 1705 con el desembarco aliado, con el fin de buscar los antecedentes.

De igual manera el periodo de gobierno del archiduque Carlos adquiría por primera vez perfiles propios, desconocidos e ignorados por la historiografía tradicional, y que establecían claramente los dos componentes del austracismo valenciano, una corriente populista y radical encabezada por Basset y otra de carácter más moderado, impulsada por el propio archiduque y personificada por el virrey conde de Cardona. que intentaba sumar voluntades en la defensa de la causa.

La primera pretendía hacer efectivas de inmediato las promesas de rebaja fiscal y supresión de los derechos señoriales, una medida ciertamente política que no podía encontrar soporte jurídico en los Fueros valencianos, tal y como se había dictaminado la Real Audiencia apenas unos años antes en respuesta a las reclamaciones presentadas en 1693 y que pretendían sustentarse en unos supuestos privilegios que no fueron tomados entonces en consideración por el tribunal. La segunda corriente, aunque se signo integrador, trataba por encima de todo de mantener la hegemonía de las clases dominantes y el respeto por el ordenamiento jurídico, factor éste último que desembocó en el reconocimiento, por parte de la Real Audiencia, del derecho de los señores o de la Iglesia  a la percepción de las rentas señoriales y el diezmo, algo que, por afectar a derechos de terceros, no estaba en manos del archiduque el suprimir sin violar los Fueros.


Con todo, la política llevada a cabo por el gobierno austracista, que entonces se vislumbraba por primera vez, no se limitaba al ámbito señorial y así la citada comunicación recogía también aunque de manera más general la política de represalias contra los franceses y la nobleza borbónica. la creación de las Juntas de Secuestro, la frustrada convocatoria de Cortes, las dificultades financieras del gobierno del archiduque, el aumento de la fiscalidad o la concesión de mercedes, honores y privilegios, cuestiones todas ellas que cambiaban radical y sustancialmente el panorama historiográfico conocido hasta entonces. A todo ello se añadía el estudio de las inmediatas consecuencias de la victoria borbónica de Almansa. De entrada una dura y sistemática represión, la abolición de los Fueros y la introducción de un nuevo sistema de gobierno, de una nueva fiscalidad, las protestas y el descontento generados por un castigo desproporcionado e indiscriminado y sobre todo la reacción de la clase política borbónica, solicitando la revocación del Decreto, y la de los seguidores más radicales del austracismo, protagonizando un movimiento de guerrillas cuyo alcance agravaría considerablemente la inestabilidad social, política y militar que caracteriza los primeros años de la aplicación de la Nueva Planta.

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