viernes, 19 de julio de 2013

VIDA DE SANT VICENT FERRER, APOSTOL D’EUROPA (VIII)




EN EL COMPROMISO DE CASPE
Este es un hecho de capital importancia para la sociedad hispana del momento. Podemos seguir de cerca los acontecimientos gracias a un diario de los hechos relatados minuciosamente en un códice del archivo de la catedral de Segorbe que perteneció a Bonifacio Ferrer, su hermano, también compromisario como él por la ciudad de Valencia.
El 31 de mayo de 1410 había muerto sin sucesión Martín el Humano, hasta entonces Rey de la Corona de Aragón. Después de multitud de encuentros por parte de las legaciones catalanas, valencianas y aragonesas (representantes de los tres Reinos de la Corona) se negó a principios de 1412 a la elección de los nueve compromisarios para la designación del nuevo Rey. El peso moral y la trayectoria de nuestro fraile no ofrecía duda.
Las aspiraciones del duque de Calabria y de don Fabrique quedaron descartadas por la lejanía de parentesco de uno y por ser bastardo el otro, por ello los compromisarios elegidos se centraron principalmente en Fernando de Antequera y Jaime de Urgell.
Vicente Ferrer que había llegado a la aragonesa Caspe a principios de abril de aquel 1412 y que era el octavo de los compromisarios según el orden jerárquico, fue invitado el 24 de junio a pronunciar en primer lugar su voto. Y lo hizo en favor de Fernando de Antequera. Su hermano Bonifacio, así como otros cinco, siguieron este mismo parecer. Dos se inclinaron por el conde de Urgell, aunque secundarían la votación de la mayoría. Uno se abstuvo y otro no había tenido tiempo de formar su parecer.
En la mañana del 29 de junio se celebró un solemne pontifical presidido por el Obispo de Huesca. Nuevamente Vicente fue elegido para comunicar la noticia. En su sermón explicó la justicia que había inspirado la decisión e insistió en la importancia de la fe en las gestiones temporales y en el gobierno de los pueblos. Al leerlo ahora, se recuerdan las palabras que en 1396 el mismo santo dirigió en un momento parecido, cuando el Rey Martín había sucedido a su hermano Juan al frente de la Corona. En aquella ocasión apeló a la conciencia del Rey para reparar la injusticia cometida por el Rey Pedro con los canónigos de Tarragona. El siempre insistió sin temor y ante quien fuera en los deberes y obligaciones de todo buen gobernante.
Vicente Ferrer no cedió ante presiones. Pero es evidente que la sentencia de Caspe no podía agradar a todos. Y menos al conde de Urgell. Sus biografías contarán, aunque quizá no sea del todo verídico, el encuentro de Vicente Ferrer y Jaime de Urgell y cómo éste le tildó de "hipócrita maldito" y cómo Vicente le puso de manifiesto los secretos de su poco ejemplar vida, o el intento fallido de asesinarle por parte de sus partidarios en los caminos de Lérida.
SU ACTITUD ANTE LAS MINORÍAS RELIGIOSAS


Es evidente que sus veintiún últimos años dedicados a la itinerancia apostólica, y los anteriores de plena actividad, le continuaron ofreciendo continuos contactos con el mundo judío y musulmán. Vicente Ferrer quería la salvación de los hombres y que su mensaje llegase a toda clase de gentes. Algunos hechos van a ser motivo, aunque él fuera ajeno a los acontecimientos, a que se ponga en entredicho su figura al presentársele o bien como causante de algo que nunca realizó, o bien como promotor de un ambiente hostil a las minorías religiosas. Así, por ejemplo, unos lo han querido ver como impulsor de la revuelta de Valencia de 1391 que generó la matanza de los judíos y la conversión precipitada de muchos; mientras que otros autores, por el contrario, le presentan como el gran pacificador de la misma. Lo cierto es que se encontraba ausente de la ciudad y que siempre rechazó enérgicamente todo atropello o lucha sangrienta con las minorías no cristianas.
Pero ello no debe hacer olvidar la actuación de Vicente a través de las conversiones realizadas gracias a su predicación. Sin entrar en su número, pues fluctúa bastante según las fuentes, sí hay que destacar que por los menos fueron convertidos importantes rabinos.
Tampoco puede negarse que, siguiendo el parecer del santo, algunas poblaciones tomaron acuerdos muy habituales en aquel tiempo, como por ejemplo ofrecer a los judíos en las ciudades un lugar separado de los cristianos y otras medidas segregacionistas. Ni debe silenciarse el acuerdo tomado en Valencia ante los acontecimientos de 1391 de separar a los judíos conversos del resto de judíos. Se buscaba salvaguardar la fe de aquéllos. Su conciudadano, el franciscano Francesc Eiximenis, también era partidario de ello.
La actitud de san Vicente al respecto es muy similar a la de otros muchos de sus contemporáneos partidarios, por ejemplo de la predicación persuasiva a los judíos y sarracenos, con asistencia obligatoria por su parte. En esta predicación se
hará patente su manejo del hebreo y sobre todo el conocimiento de la Escritura junto con la Tradición. Su técnica oratoria, llevado siempre por el lenguaje directo y la expresión más familiar y popular, conllevó expresiones duras. Expresiones no tanto de rechazo de los judíos como para la prevención de los cristianos, quienes a su vez también causaron atropellos que él condenó y que exigieron medidas enérgicas por parte de las autoridades.
Finalmente está su vinculación con la Disputa de Tortosa de 1413, promovida por Pedro de Luna en un afán por atraer a los judíos. No intervino directamente en su desarrollo, cuya representación por el campo cristiano la llevó principalmente el converso Jerónimo de santa Fe, discípulo suyo. Sí intervino en la predicación popular que se hacía paralelamente así como en la posterior redacción de la obra titulada Tratado contra los judíos. "Fue editado y compuesto por mandato de Benedicto Papa por cuatro famosos maestros en Teología, uno de los cuales fue fray
Vicente Ferrer dice en su comienzo Obra que está en la línea de controversia diálogo, según la mentalidad cristiana hebraísta y arabista del siglo XIII. La fe no se impone. Debe darse persuasión, pero a través del estudio directo de las fuentes empleadas y por tanto del conocimiento de la doctrina de aquellos con quienes se dialoga. Así es como puede hablarse de persuasión eficaz. Sólo así puede darse un clima de acogida favorable al mensaje que se predica.

Además Vicente desarrolló un trato peculiar con los convertidos, encomendando su formación y educación cristiana a personas seleccionadas, o preocupándose, como en el caso del converso musulmán Atmez Hannexa, que tomó el nombre de Vicente cuando se bautizó, de que él y su familia tuvieran una pensión para su socorro y sustento y pudiera prepararse adecuadamente para poder predicar la fe cristiana entre musulmanes y cristianos.

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