miércoles, 8 de mayo de 2013

LA GUERRA DE SUCESION EN VALENCIA (XXV)




REVISTA DE HISTORIA MODERNA
Número 25 - 2007

LA GUERRA DE SUCESION EN VALENCIA (XXV)
RETROSPECTIVA HISTORIOGRAFICA Y ESTADO DE LA CUESTION.
Páginas: 303 a 329
Autor: Carmen Pérez Aparicio.

En el caso de Borrull estamos ante un trabajo que no aporta nuevos elementos documentales, sino que tiene como objetivo demostrar la injusticia que supuso la abolición de los Fueros, cuya finalidad no era otra que la de acabar con la constitución y la libertad del Reino de Valencia.  Este hecho marcaba para su autor el punto de partida para reivindicarlos, precisamente en unos momentos en que el absolutismo borbónico llegaba a su fin y se abrían las puertas a la recuperación de las libertades políticas. Borrull se sumaba así a una corriente surgida desde el mismo momento de la publicación del decreto y de la que Minyana ya se había hecho eco.

En la línea argumental expuesta ya en 1707 por la Ciudad de Valencia para manifestar la disconformidad de los valencianos con el decreto abolicionista, y utilizando profusamente la obra de Minyana, trataba de fundamentar la nulidad del decreto sobre la inexistencia del delito de rebeldía y la falta de potestad real para decretar la abolición. Aportaba nuevas razones para demostrar que sólo uno de los tres Estamentos valencianos -el Real- se rebeló contra el rey, mientras que los otros dos -Eclesiástico y Nobiliario- se mantuvieron fieles al Borbón. por lo que no se podía afirmar que el reino hubiera sido rebelde ya que la mayor parte de la representación había permanecido fiel.Y puesto que no hubo unanimidad, cualquier disposición real que obligara a todos ellos sería, en consecuencia, contraria a la legislación foral, un argumento ratificado por el hecho de que el rey no tenía facultad para abolir, mudar o corregir los Fueros valencianos. Esta medida había sido también contraria a la razón natural y a las propias leyes de Castilla, según las cuales no pueden pagar los unos por los delitos de los otros. En definitiva, consideraba que el decreto había sido nulo y que, por lo tanto, los Fueros permanecían vigentes.

En la misma línea argumental, Borrull defiende que, por el contrario, fueron Felipe V y el virrey quienes, con su inoperancia, facilitaron el desembarco enemigo y la capitulación de Valencia y señala que si hubo poblaciones que aclamaron a Carlos III, lo hicieron movidas por el temor a la repre4salias del ejército aliado. Manifiesta un firme empeño en demostrar la incompetencia e incapacidad del ejército borbónico, que contrapone a la llegada de grandes contingentes de tropas aliadas. A pesar de todo, de las cuatro fortalezas valencianas, Alacant, Dénia, Montesa y Peníscola, sólo una, Dénia, se entregó a los aliados y muchas otras poblaciones, como Xixona, Elig, Sagunt o Morella, resistieron tenazmente. Su afán por demostrar la falta de rebelión y exculpar de ellas a los valencianos, le lleva incluso a situarse en la comprometida tesitura de asegurar que Xátiva no era austracista y que su encarnizada resistencia a las tropas borbónicas fue fruto de la presencia de una guarnición aliada. En este sentido, las noticias recogidas por el marqués de San Felipe sobre la total indefensión de las costas, la falta de previsión del gobierno borbónico y la inoperancia del virrey le permitían rebatir, con testimonios felipistas, lo injusto e injustificado de la abolición.

En clara sintonía con el alegato de Borrull en favor de lo que llama "libertad", hay que situar la obra de Vicente Boix, "Historia de la Ciudad y Reino de Valencia", publicada en 1845. En ella pretende seguir el camino trazado por los cronistas clásicos de la Edad Moderna, Viciana y Escolano, si bien en este caso se prestan también atención a los acontecimiento de la guerra en el Reino de Valencia a partir de las obras ya publicadas de Minyana, el marqués de San Felipe y Belando, a las que incorpora algunas fuentes documentales de carácter complementario tangencial. Sin menospreciar los hechos militares, se sitúa en un plano analítico para tratar de establecer las causas del conflicto. Su punto de vista recoge las tesis, ya mencionadas, de la indefensión de los valencianos por la falta de previsiones del propio gobierno borbónico y la inoperancia del virrey, al tiempo que resalta el carácter minoritario de los seguidores del Archiduque, a los que descalifica -como hizo Minyana en su momento- tachándoles de la "canalla más soez y despreciable", movidos por el espejismo de las promesas del general Basset.

Añade la existencia de diversas razones para el descontento hacia Felipe V, resumidas en el rechazo de una dinastía extranjera y de un monarca que se rodea de una corte también extranjera. No se recata tampoco de criticar la ambición de los partidarios del archiduque y sus críticas salpican por igual a unos y otros. Sobre Baset no escatima descalificaciones por su responsabilidad en el clima de anarquía en el que se sumió la Capital del Reino tras la proclamación de Carlos III. Del primer Borbón censura sus errores de gobierno, especialmente su menosprecio a la tradición política hispana -tan diferente de la francesa-, su afán de gobernar la Monarquía con un modelo importado y, por supuesto, la "injusta" abolición de los Fueros, que califica, además,  de premeditada. Responsabiliza a los dos partidos del clima de violencia y extorsión que se vivió tras la batalla de Almansa, los dos son tachados de ciegos y fanáticos y de responsables de la ruina del Reino de Valencia, víctima de su encono. Culpa a las tropas aliadas extranjeras de la resistencia militar contra el ejército vencedor y afirma, como colofón, que Felipe V había sido, a pesar de todo, uno de los príncipes más dignos que había tenido España.

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