viernes, 29 de marzo de 2013

MISTERIOS DE LA HISTORIA




Por: Ricardo de la Cierva
Editorial  Planeta

Segunda edición: febrero 1991


IX.                RECONQUISTA HISTÓRICA Y RECONQUISTA ANTIHISTÓRICA DEL                  
REINO DE VALENCIA (siglos XIII y XX) (II)


LAS NUEVAS TAIFAS AL ATAQUE
Estas cinco tesis forman la panoplia dialéctica actual de. pancatalanismo en el Reino de Valencia. Como vamos a demostrar desde fuentes seguras, se trata de un conjunto de errores y distorsiones históricas, absolutamente insostenibles desde el análisis histórico y filológico; desde una concepción cultural rigurosa. Pero ésta es la plataforma que alberga al reducto interno pancatalanista en el Reino de Valencia, en la Universidad de Valencia, en un sector importante de la intelectualidad valenciana a quien he lla­mado el de los tlaxcaltecas, y por supuesto en el propio PSOE que gobierna, desde su creación, la nueva entidad. autonómica denominada Comunidad Valenciana, con sen­tido que quiere ser salomónico y que para huir de los ex­tremos opta, paradójicamente, por una denominación tan genuinamente castellana; la de Comunidades, ya que no se han atrevido a erigirse en germanías, que les hubiera gustado mucho más. Tan increíble victoria ha logrado, du­rante sus campañas del siglo XX, el pancatalanismo invasor_ con la complicidad ocasional de la propia Real Academia ­Española, en un gesto típico de la flojera, la inconsecuen­cia y la cobardía de nuestros grandes intelectuales, que luego suelen entonar tarde y mal su No es esto, no es este) Formulado, pues, descarnadamente el planteamiento de la: cuestión, vamos a exponer, desde fuentes serias y seguras. la realidad histórica y cultural básica del Reino de Valen­cia, a lo largo de su evolución secular; para analizar des­pués, ya desde bases firmes, la gestación y desarrollo de la campaña pancatalanista que se ha despeñado, durante los últimos tiempos, en una increíble orgía universitaria.

Y es que en esta España de nuestras autonomías y nues­tros demás pecados, donde sólo gracias a la acción cohesi­va de la Corona no hemos caído ya en el aquelarre canto­nalista, apunta el peligro de los reinos de taifas en tres zonas vitales de España. Primero, la gran Castilla, Castilla la Vieja, de la que se han desgajado, por pequeños egoís­mos de campanario, sus dos fuentes principales, que son  la Montaña cántabra y La Rioja, donde nació nuestra len­gua. Segundo, el llamado País Vasco, que ahora se empeña n conquistar el viejo reino de Navarra; y tercera, Catalu­ña, el principado, que ahora intensifica sus planes para otra conquista interior, la del Reino de Valencia después ~l fracaso de la Generalidad en 1936 cuando envió al ca­pitán Alberto Bayo tras las estelas de Jaime I a la conquista de las Baleares. Dos entidades autónomas quieren por rito conquistar a otras dos, ante la indiferencia de una Castilla desmembrada. Para un historiador, el espectáculo delirante, pero cierto. Algo hemos apuntado ya sobre proyecto vasco de conquistar Navarra, quizá para devol­verle la visita a don Sancho el Mayor. Ahora vamos a estu­diar en serio las dos reconquistas -la histórica y la antihistórica- del Reino de Valencia.   

Como norma general, para esta síntesis histórica v cultural voy a seguir, aunque no exclusivamente, a los especialistas del propio Reino de Valencia y a los grandes profe­sionales; luego, en el estudio monográfico da la campaña me referiré de nuevo a los propagandistas exteriores e interiores­ del pancatalanismo; es decir, a los que he llama(1) amistosamente, invasores o txacaltecas, respectivamente. Dos publicaciones valencianas de divulgación, pero que deben despreciarse porque se han concebido v desarrollado sobre las investigaciones de los grandes especialistas Ubieto, Fullana, Cremades y otros-, pueden resultar mm les para el lector no iniciado: me refiero a la obra de profesores de universidad J. Aparicio y R. Ferrer y del catedrático de Instituto A. Vila, Historia del pueblo va­lenciano (Valencia, Vicent García editores, 1983), y al fun­dado resumen de Pere Aguilar i Pascual, Nostre idioma, editado en Valencia en 1984. Según este resumen, el sus­trato que alienta en los orígenes de la lengua valenciana - e1 bajo latín que había surgido, desde la decadencia im­rial romana, del latín vulgar fecundado, a su vez, por ibérico originario. El actual territorio del Reino de Va­lencia concentró el esplendor de la cultura ibérica, de la que hoy se conocen allí una cincuentena larga de yacimien­tos cada vez mejor estudiados, entre los que destaca el que ~ ofreció el hallazgo más asombroso de esa cultura, la Dama de Elche. Sobre la cultura ibérica autóctona habían influido, a su vez, los fermentos colonizadores de los fenicios, sus vástagos los cartagineses o púnicos y los griegos. Una huella clara de la lengua ibérica son sus sufijos en iste que hoy conserva el valenciano.

El latín vulgar que hablaba la mayoría del pueblo his­panorromano, tras asumir al pueblo y a la cultura ibérica (la romanización en el Mediterráneo hispánico fue más in­tensa que en el centro celtibérico de Hispania y mucho más que en el Norte cantábrico, casi irreductible, como ya vimos en el caso de la depresión vasca, que se quedo sin romanización profunda), fue degenerando, en tiempo, de la decadencia imperial, en el bajo latín, fuertemente matizado según provincias romanas y regiones, del que fue­ron surgiendo, ya en la Edad Media, las diversas lengua> romances en todo el territorio de Hispania. El padre Fu­llana -especialista máximo en filología valenciana y de­signado por ello académico de la Española ya en nuestro siglo- cita estas lenguas romances entre las que se deri­varon del latín vulgar: italiano, francés, gallego, castellano valenciano, catalán, provenzal, mallorquín. Al degenerar e: latín vulgar, según las regiones, en bajo latín (mientras se seguía escribiendo, mal que bien, hasta las fronteras da lo vulgar, el latín culto) es el que, como lengua hablada: da origen a las diversas lenguas romances. Nadie se atreve a decir que en esta fase primordial el valenciano se deriva­ra del catalán; los dos nacen más o menos simultáneamen­te, de forma autóctona, aunque emparentada, como por lo demás les sucedía a todas las demás lenguas romance, en general e hispanorromanas en particular.

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