viernes, 29 de marzo de 2013

LA GUERRA DE SUCESION EN VALENCIA (XXIII)




REVISTA DE HISTORIA MODERNA
Número 25 - 2007


RETROSPECTIVA HISTORIOGRAFICA Y ESTADO DE LA CUESTION.
Páginas: 303 a 329
Autor: Carmen Pérez Aparicio.

 A partir de aquí entra de llevar a relatar los diferentes movimientos de tropas que se suceden en el Reino de Valencia con el fin de frenar las sublevaciones de Denia y de Vinarós y cuyo fracaso evidenció claramente la inoperancia del gobierno borbónico.

La capitulación de la ciudad de Valencia y la proclamación del archiduque Carlos se presenta como el fruto de la traición cometida por algunos personajes destacados de la sociedad valenciana, el conde de Cardona, don Manuel Mercades y José Vicente Torres y Eximeno y, al mismo tiempo, como el resultado de un claro apoyo popular protagonizado por los gremios de la capital. Es en este punto cuando Minyana, siguiendo algunas de las críticas formuladas por Martí, se decide a introducir en la narración los nombres de todos aquellos que rehusaron adherirse el nuevo gobierno.

Aunque la rendición de Valencia abría las puertas a una nueva etapa de gobierno, la pluma de Minyana no fue muy prolija a la  hora de analizarla. Se limita a hacer unos breves, pero durísimos, comentarios sobre el nuevo dirigente, Basset, a quien acusa de cometer todo tipo de tropelías contra los partidarios del Borbón, todas ellas respaldadas por los sectores sociales más desfavorecidos que, desde el primer momento,  se habían unido a él. Tampoco se libraron de descalificaciones contundentes otros destacados austracistas como el virrey, conde de Cardona, de cuya acción de gobierno apenas si destaca la persecución infringida a los fieles partidarios del Borbón.

El Libro Primero y el Segundo se unen sin solución de continuidad en la narración´- a veces farragosa- de los hechos de armas que se desarrollan a lo largo y ancho del Reino de Valencia durante la primavera y verano de 1706 y que fueron protagonizados por los ejércitos de ambos contendientes. Las múltiples escaramuzas, que se suceden aquí y allá, pero, sobre todo, el asedio aliado de Alacant, centran la atención del historiador, quien -también hay que señalarlo- no dudó en condenar la muerte de muchos inocentes a manos del ejército felipista tras su entrada en Elig. Este hilo narrativo se interrumpe para dar paso a la llegada del archiduque a la capital del Reino. Es en ese punto cuando aflora de nuevo el análisis histórico para dar cuenta brevemente de algunas de las medidas de gobierno adoptadas por el nuevo rey, en especial aquellas que afectaban  a los intereses económicos del clero. Sin embargo, las actuaciones de los respectivos ejércitos recuperan de nuevo el protagonismo de la narración e imponen su presencia hasta desembocar en el gran plano de la batalla de Almansa.

El Libro Tercero y último se inicia después de la batalla siguiendo el camino recorrido por el ejército victorioso tras su llegada a tierras valencianas. Dedica gran atención a la entrada de las tropas en la capital y de nuevo carga las tintas contra el populacho por su resistencia a capitular, si bien destaca y ensalza la actitud prudente y moderada prestada por determinados personajes y colectivos en estos difíciles momentos.

A Valencia siguieron otras poblaciones, Alzira y especialmente Xátiva, donde el historiador da verdaderas pruebas del esfuerzo por mantener el rigor de su narración y el respeto a la verdad, incluso en situaciones tan comprometidas para la causa borbónica como las derivadas de la destrucción de ésta última ciudad, puesto que, a diferencia de otros historiadores coetáneos, no dudó en atribuir la paternidad de tan cruel e innecesaria medida al propio ejército borbónico en la persona de su comandante D'Asfeld, si bien en verdad que, tras esta atribución, hay un claro intento de ocultar que la orden de destrucción vino de Madrid bastante tiempo después de recuperada la ciudad y que el propio Felipe V no fue ajeno a la misma.

El último libro mantiene la tónica narrativa de los anteriores, centrada ahora en el proceso de recuperación de todas las poblaciones valencianas que habían perseverado en su actitud rebelde hacia el ejército borbónico. Una por una, hasta llegar a la rendición de Alacant, Minyana va desgranando, sin referencias cronológicas pero tratando de respetar la secuencia de los acontecimientos, todas las actuaciones militares. Sin embargo, en esta parte tiene que hacerse eco también de los problemas políticos y sociales derivados de la guerra. En primer lugar de la abolición de los Fueros, respecto de la cual contrapone la antigua "libertad" a la presente "servidumbre", aunque en ningún momento hace suyas las quejas por el carácter indiscriminado del castigo y sí se hace eco de las razones esgrimidas por los vencedores para justificarlo. Al mismo tiempo, como observador y testimonio de la nueva situación, no duda el recoger el amplio malestar social provocado por la aplicación de las nuevas leyes y denunciar la política de represión aplicada sobre los vencidos. Al respecto, hay que decir que no escatima críticas al comportamiento del ejército vencedor por su actitud de altanería y orgullo y por la soberbia y avaricia con la que los jefes militares trataban a los infelices pueblos. También se hace eco del fenómeno de los migueletes, pero en ningún momento da a éstos su verdadera dimensión social y política, es decir, la de constituir un movimiento de resistencia al gobierno borbónico que, a modo de guerrilla, trata de frenar el avance de las tropas, sino que, por el contrario,  y siguiendo con las propias órdenes dictadas por el gobierno borbónico, alude siempre a ellos con el apelativo de "ladrones", a fin de erradicar las connotaciones patrióticas de estos grupos.

En definitiva, la obra de Minyana, con sus limitaciones y sus aciertos, sigue constituyendo, hoy en día,  una fuente básica para el conocimiento de los años cruciales que transcurren entre 1705 y 1709. A diferencia de otras obras históricas sobre el reinado de Felipe V, como o la del marqués de San Felipe o la de Belando, que vieron la luz en los años posteriores al conflicto, la obra de Minyana permaneció inédita hasta 1752, a pesar de que las dos primeras partes estaban ya redactadas en 1707 y la tercera y última en una fecha no precisada pero anterior a 1723. Llama, pues, la atención, el largo periodo transcurrido hasta su publicación en 1752, que no puede justificarse solamente en el hecho de que el manuscrito estuviera un tiempo el paradero desconocido, como explica Mayans. Pero no es menos destacable el hecho de que no viera la luz en imprentas valencianas o españolas, sino en las de la lejana Holanda, y no a impulso de quienes de una u otra manera se habían visto afectados por los avatares bélicos o sus consecuencias, sino gracias al interés y a la iniciativa del erudito conde de Linden, quien solicitó de su corresponsal Mayans el envío de libros y manuscritos de antigüedades, historia o jurisprudencia digno de ser reimpresos o publicarse por vez primera.

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