martes, 19 de febrero de 2013

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS, SUS RAZONES JURÍDICAS Y CONSECUENCIAS ECONOMICAS PARA LA REGION VALENCIANA (XIII)




Autor: Antonio Magraner Rodrigo
Valencia 1975
ARV. Signatura 1607-2498


Hemos de considerar aquí también los problemas de la piratería, a que hemos aludido antes,  y bandolerismo de los que eran autores y encubridores los moriscos, con el consiguiente peligro para la tranquilidad de nuestro reino.
El primero nos lo describe geográficamente Vicente Escribá: “Y en el Mediterráneo –dice- los bajeles turcos pasean sus quillas audaces llenando de pavor las costas españolas. ¡Pronto vendrá la liberación para el pueblo vencido!. Los enemigos de Barbarroja forman comunión con los moriscos exaltados. Las crónicas registran nuevos y frecuentes desembarcos. En todos ellos saqueos, muertes, devastaciones. La sangre española corre de nuevo bajo la media luna. ¡Ha caído Portuondo, General de las galeras españolas, “malherido de un arcabuzazo que le dio en mitad de los pechos!" Mallorca, Palmaos, Rosas, El Palmar, Oliva, Javea, Villajoyosa, Cullera y Murviedro, son ferozmente atacados por las escuadras turcas. En todas las crónicas la misma dolorosa confesión: “Y protegidos por nuestros moriscos, atacaron, saquearon e incendiaron, llevándose muchos cautivos”.

Alguna vez el pueblo toma la justicia por su mano. Así, después del saqueo de Chilches, “arrestaren y desquarteraren setze moriscos de Callosa porque foren consents y donaren auxili als moros del mar”.

En tanto, según Memorial de las Cortes de Toledo, ”las tierras marítimas se hallan incultas y bravas y por labrar y cultivar porque a quatro o cinco leguas del agua no aran estas las gentes”.

Acerca del otro peligro que venimos señalando, el de las complicidades de los moriscos con el bandolerismo, hemos de hacer constar que este fenómeno es endémico en el área territorial del Mediterráneo, correspondiendo su momento culminante a los siglos XVI y XVII, Fue Fernando Brandel el primero en llamar la atención sobre este hecho y estudiarlo con detalle. Las condiciones económicos-sociales inherentes a los pueblos de nuestro litoral durante aquellas centurias favorecieron la prosperidad y multiplicación de los bandoleros. La miseria, la debilidad del poder, el espíritu de aventuras y la desastrosa estructura económica de la sociedad, tenían que fomentar forzosamente esta forma de violencia anárquica que es el bandolerismo. Juan Reglá se ha ocupado detenidamente del alcance del mismo en Cataluña durante la época virreinal, sacando la conclusión de que los bandoleros –en los que había siempre unos  aliados en potencia, con los moriscos- no estaban exentos de la sospecha de connivencia con las maquinaciones fronterizas de los hugonotes franceses.

Por lo que respecta al Reino de Valencia “es indiscutible –como afirma un autor anónimo- que los moriscos, inquietos y resentidos, vieron con buenos ojos aquel elemento de discordia interna, de alteración y de caos,  que eran los bandidos indígenas. “Y tanto era así que el virrey don Juan Alfonso Pimentel de Herrera, conde de Benavente, en 23 de junio de 1599, tuvo que promulgar una pragmática encaminada precisamente, a cortar la ayuda morisca a los bandoleros. De los moriscos decía el virrey que “palesamente recullen, recepten y affavorixen als tals malfatans, bandolers y aquadrillats, y els donen de menjar y els oculten y guarden de la justicia, y folguen dels seus enormes delictes”.

Pero los moriscos no solo se holgaban con los delitos ajenos, los amparaban y disimulaban; ellos, también, por su cuenta ejercían el bandolerismo.

Quizás ellos eran la capa social de nuestro Reino mas predispuesta, desde que se cicatrizaron las heridas de las Germanías, a facilitar bandoleros a las montañas del país. Su situación no era nada agradable, ni material ni moralmente. Aunque contaban con la protección de la aristocracia territorial, en cuyos señoríos vivían en su mayoría, no por eso escapaban al odio popular y a la perturbación eclesiástica ni dejaban de sufrir las consecuencias de la carestía y del desorden económicos típicos del momento.

En 1586, el virrey don Francisco de Moncada, Marqués de Aytona y Conde de Osona, promulgó una pragmática para “remediar los desordenes y atreviments de los moriscos saltejadors y altra gent desmandada”.

En aquel año, en efecto, según refiere Escolano “se encendieron sangrientos bandos entre los mismos moriscos del Reino, siendo cabeza de la una parcialidad un valiente mozo llamado Solaya, dotado de fuerzas, agilidad y ánimo, y de muy buen entendimiento”. En 1606, cuenta Porcar, fue capturada una cuadrilla de “famosos bandolers de cristians nous”: la del “morisco Novo”, que habia molt temps que ab altres tenien inquiet al Regne”.

La expulsión de los moriscos, en 1606, plantearía ya, en otros términos, el problema de nuestro bandolerismo.

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