domingo, 2 de septiembre de 2012

OCCITANISMO Y CATALANISMO: ELEMENTOS PARA UNA COMPARACIÓN CON ESPECIAL REFERENCIA AL PROVENZAL Y AL VALENCIANO (y VI)


           
                 
            Philippe Blanchet
           Profesor de Sociolinguística, Universidad de Rennes 2, Alta Bretaña, Francia
           Director del Centre de Recherche sur la Diversité Linguistique de la Francophonie

El fracaso del occitanismo

                El sistema intelectual, el análisis y la estrategia occitanistas no se interrumpieron, ni siquiera disminuyeron, sino más bien aceleraron un desplazamiento de la lengua ya en marcha, porque no tuvo ningún efecto contundente sobre la gente, con la excepción de unos pocos grupos de militantes en situaciones muy locales. No llegó a la gente porque no tuvo en cuenta la verdadera situación sociolingüística, los hablantes, las actitudes de la gente o los posibles objetivos realistas para la revitalización de la lengua: la gente ni siquiera podía reconocer que era su lengua de lo que se trataba, debido a su nombre extraño (“occitano”), su extraña ortografía, su extraña ideología etnonacionalista, que eran tan diferentes de lo que vivían y querían (e. g. véase Dompmartin-Normand 2003 y Blanchet 1999, acerca de la enseñanza del occitano). La peor parte es que, aunque el occitanismo tuvo poco éxito (mayormente en Languedoc), creó una doble disglosia junto con el francés: la gente se convenció de que era mejor abandonar su lengua cotidiana, porque ni siquiera era aceptable comparada con la lengua “oficial” regional normalizada promovida.
                Ninguno de los seis primeros pasos de la revitalización de la lengua identificados por Hinton (Hinton y Hale 2001: 6-7) se activó realmente; solamente se intentó con los últimos tres pasos (del 7 al 9), en una estrategia de arriba a bajo que estaba abocada al fracaso: uso de la lengua como lengua fundamental entre unos pocos grupos de militantes y escuelas, ampliación de su uso en (partes simbólicas de) dominios públicos y fuera de la comunidad. Todo esto no podía revitalizar la lengua porque no estaba afincada en los hablantes reales y en las percepciones sociales reales, o en un programa masivo de aprendizaje de una segunda lengua y la potenciación de prácticas culturales que fomentaran el uso de la lengua. Pero todas estas acciones fueron rechazadas por los occitanistas porque hubiera significado que aceptaban la realidad contra la que luchaban (dialectos locales, ningún sentido de unidad de lengua y de identidad común, influencia del francés en una sociedad bilingüe, lealtad a la variedad local de la lengua francesa y a Francia, status de “segunda” lengua y no “principal”, actividades tradicionales, etc.).
                Lafont escribió (1971: 58): “una lengua no es más que la forma hablada de una situación sociológica. El renacimiento o no del occitano está ligado al deseo de la sociedad de Occitana de presentarse a sí misma como que existe como tal”. La situación sociológica jamás fue y jamás llegó a ser favorable a la existencia de esta lengua: la sociedad de Occitania jamás existió ni fue realidad, y por tanto, el renacimiento (o más bien el nacimiento) del occitano jamás tuvo lugar (excepto como una lengua unificada virtual que los intelectuales consideran divorciada de la realidad). Y estudios bastante recientes han demostrado finalmente que ni siquiera las características puramente lingüísticas no pueden demostrar la existencia del occitano, porque las variedades romances que se supone que constituyen esta única lengua solamente tienen una característica específica en común (la evolución de la –tr/dr del latín al –ir, como en pater > paire). En consecuencia, “el occitano no nació jamás” (Chambon y Greub 2002: 491).
                Por esta razón, y también porque aparece más y más divorciado de la evolución de las situaciones sociolingüísticas, debe evitarse absolutamente una política lingüística inspirada en el occitanismo en lo que al provenzal y a las otras verdaderas lenguas de Oc se refiere.
                Tratemos ahora de ver por qué los catalanistas insisten tanto en anexarse el valenciano y, principalmente, cuál es la mejor política lingüística (i. e. la mejor adaptada a la situación) que satisfaga la demanda de los valencianos de su propia lengua, junto con las lenguas de las demás personas que viven en la Comunidad, junto con el castellano y otras lenguas internacionales, porque el multilingualismo y la comprensión mutua son las claves del futuro.
                Esta política debería tener lugar dentro de un marco democrático y científico sólido, con el espíritu de un humanismo eficiente.

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