miércoles, 23 de mayo de 2012

LA EXPULSION DE LOS MORISCOS VISTA A TRAVES DE LAS "RELACIONES" DE LUIS CABRERA DE CORDOBA (I)




Antonio Domínguez Ortiz*
 25 Mayo, 2008...7:02 am
Extraído de Internet


Luis Cabrera de Córdoba (Madrid 1569-1623) desempeñó tareas burocráticas y algunas misiones diplomáticas durante los reinados de Felipe II y Felipe III. Fue agraciado con el título de cronista real. Escribió varias obras históricas, entre ellas una Historia de Felipe II. Cultivó el trato con la literatura y mereció que Cervantes recordara sus poesías en el Viaje al Parnaso. Su curiosidad, sus cargos y sus múltiples relaciones lo pusieron en contacto con las realidades de su tiempo, más bien las de alto nivel. Fue amontonando, al parecer sin intenciones publicitarias, multitud apuntes  y noticias sobre sucesos corrientes del genero de las relaci­ones que por entonces circulaban y hacía las veces de nuestra prensa periódica. Esos apuntes permanecieron ­inéditos hasta que, adquiridos por el Estado, fueron publicados a expensas de éste en 1857 con el título de Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de Espa­ña desde 1599 hasta 1614. La Junta de Castilla y León lo radiad en 1997 en edición facsímil precedida de ext­enso y documentado Prefacio de Ricardo García Cárcel.

Las noticias que nos proporcionan estas Relaciones son preferentemente de carácter cortesano: desplazamientos de los reyes, nombramientos palatinos, provisión de altos cargos, casamientos, dotes, intrigas y pendencias. Se sigue a través de ellas el desmesurado crecimiento del poder del duque de Lerma, sus familias y amigos. Son menos las noticias de carácter general pero abundan, por ejemplo, las relativas a la peste que azotó gran parte de España a comienzos del reinado de Felipe III. El editor subraya, y esto hay que tenerlo presente, que «en las Relaciones de Cabrera no deja entrever sus opiniones; su afán de objetividad es impermeable a cualquier sentimiento».

Las noticias que sobre moriscos pueden espigarse en el texto de Cabrera antes de la expulsión de 1609 son poquísimas: en 16 de abril de 1605 anota: «En Val­encia se ha hecho prisión de muchos moriscos, y por ciertas cartas que el rey de Inglaterra ha enviado, las cuales se habían hallado entre los papeles de la reina. Le habían escrito los moriscos pidiéndoles favor para levantarse, y que ellos daría orden de que pudiese saquear aquella ciudad, viniendo con su armada. Hase dado tormento a muchos de ellos para averi­guar lo que pasaba en este negocio, y no dejaran de cas­tigarse algunos para ejemplo de los demás» (pág. 240).

No vuelve Cabrera a mencionar a los moriscos hasta el 11 de abril de 1609: «Se ha dicho que ciertos moriscos habían pasado a Africa con embajadas de los demás al rey Muley Cidán ofreciendole 60.000 hom­bres armados en España y mucho dinero, y que se halla­ban allí otros embajadores de parte de las Islas que le ofrecían los navíos que quisiese, aunque fuese para ha­cer un puente y atravesar el Estrecho de Gibraltar; lo cual, aunque no haya de tener efecto no puede dejar de dar cuidado acá». Pero el 9 de mayo anotaba que Muley Cidan «se ha reído de la embajada de los moriscos». Le interesaba estar a buenas con el rey de España porque su opositor, el rey de Fez, había llegado a España con solicitud de ayuda y Felipe III lo había acogido con su séquito en Carmona, haciendo la costa a todos, «en que se gastan 300 escudos cada día, y se ha ordenado a los señores que cayeren en el camino por donde pasará para venir desde el Algarbe a Carmona que le aposenten y hagan la costa a todos» (pág. 367).

En junio de aquel año, solo tres meses antes del decreto de expulsión, tal medida estaba tan lejos de contemplarse que Cabrera escribía: «Trátase de vedar a los moriscos que no sean arrieros, ni mercaderes ni tende­ros, sino que todos se ocupen en la labor del campo, porque se han averiguado grandes inconvenientes de andar por el Reino y hacer oficio de mercaderes» (pág. 371). Sin embargo la expulsión estaba virtualmente ya decidida por la deliberación del Consejo de Estado de 4 de abril, basándose precisamente en el cambio dinásti­co ocurrido en Marruecos. Pero el secreto del acuerdo fue bien guardado.

El 26 de septiembre de aquel año escribía el cronista: «Con la llegada de las galeras de Italia a las costas de Valencia se ha sabido el efecto de su jornada, que es para llevar los moriscos a Africa… Dicen que se les permite llevar lo que pudieren sobre sus personas, y lo demás que dejaren de heredades, ganados y otros bienes quedan aplicados a los señores de los lugares en recom­pensa del daño que se les sigue; y tres de cada cincuenta moriscos, a elección de los señores, para que puedan instruir en la labor y otras granjerías a los cristianos viejos que poblaren los lugares, y niños de seis años abajo, si los quisieren dejar sus padres; y no ha de quedar ninguno más en el reino de más de 25.000 casas que hay en él. Aunque por ahora no se habla en los moriscos de Aragón, dicen que después se tratará de ellos, habiendo tenido Cortes en aquel Reino, y que asimesmo se dará orden de sacar los de Castilla, que son muchos más, aunque están muy derramados por el Reino. Por el repartimiento que se les hizo de 320.000 ducados con que sirvieron a S.M. los días pasados se pusieron por escrito los nombres de las cabezas de casas para la cobranza, por donde se sabrá cuantos son y donde están, y allende la sospecha que causaban para levantarse, con el trato que traían con Berbería y los otros príncipes, ofreciéndoles 150.000 hombres, son tan moros como los que están en Berbería. Y teniendo como tiene haciendas y mucha cantidad de armas escondidas para ello, han car­gado la conciencia de S.M. personas religiosas y celo­sas de su servicio para que los echase de sus reinos, pues no se les debía consentir el vivir como moros siendo bautizados, sin haber aprovechado todas las diligencias que se han hecho para su conversión en muchos años que se ha tratado de ella» (págs. 385-356).

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