viernes, 6 de abril de 2012

MISTERIOS DE LA HISTORIA (X)



Por: Ricardo de la Cierva
Editorial  Planeta

Segunda edición: febrero 1991

 III.             CATALUÑA: MUCHO MAS QUE UN MILENIO

 1640-1714: OTRA IDEA DE ESPAÑA

Cataluña se ha levantado contra el gobierno de Madrid tres veces. Primera, contra el conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, en  1639-1640. Segunda, contra el primer Borbón, Felipe V, desde 1705 a 1714. Tercera,  contra el gobierno centro-derechista legítimamente instalado en el poder de la segunda  República: así sucedió en la noche del 6 de octubre de 1934.
 En este resumen de la historia de España con perspectiva catalana, y a partir de la fuentes catalanas, nos toca ahora repasar las dos primera sublevaciones de Cataluña contra el gobierno de Madrid. Entramos con ello en un terreno minado –torpemente, tenazmente- por la propaganda histórica ultracatalanista con una manipulación persistente que se notó, de manera flagrante, en las exageraciones y ocultaciones de la exposición de 1984, Cataluña en Madrid, que en su momento califiqué de maravilla envenenada. Interpretaré tan delicadísimas quiebras históricas desde la misma clara fuente catalana que tanto sigo en este resumen, la Aproximación a la Historia de España de Vicens Vives. 
La torpeza provocativa del conde-duque i la artera cizaña francesa fomentaron, al terminar la cuarta década del siglo XVII, la sublevación –parcial- de Cataluña- “Esta política suicida condujo a la revuelta armada en el campo catalán desde fines de 1639 y a la feroz explosión del descontento campesino en la jornada barcelonesa del Corpus Christi de 1640.” El Corpus de sangre fue un motín –no una guerra- de los payeses segadores –Els segadors- que habían bajado a Barcelona para la festividad. Olivares exacerbó, con la represión, sus errores provocativos; el cardenal Richelieu atizó la revuelta, pero los catalanes rebeldes no asumieron la independencia absoluta ni  proclamaron nunca la república, que no pasó de proyecto (véase Soldevila, Historia de España, tomo IV, p. 269), sino que trataron de situar a Cataluña primero bajo el  protectorado, y después bajo la soberanía del rey francés Luis XIII. Tal disparate antihistórico se vino abajo cuando la mayoría de los catalanes comprobaron que la opresión francesa era mil veces peor que la castellana; y cuando Felipe IV, primero en Lérida y luego tras la reconquista de Barcelona por don Juan José de Austria, reconoció inteligentemente (1653) los fueros y libertades de Cataluña. La rebelión catalana no se había fraguado contra España, sino contra la torpeza centralista; mas que una regresión histórica fue un estallido de protesta social. Pese a las mutilaciones que sufrió Cataluña en la Paz de los Pirineos (1659), con pérdida del Rosellón y parte de la Cerdaña, el principado – vuelto plenamente a la convivencia hispánica- “apoyó en 1669 al primer golpe de Estado que en la Edad Moderna partió de la periferia de la Península para reformar la administración y la política de la monarquía: el de Juan José de Austria (Vicens, p. 138). Pero el anacrónico Estado español de los Austrias finales no encuadraba eficazmente a la España real. “En esta nueva estela de sufrimientos, a Cataluña le correspondió la peor parte, ya que fue principal teatro de operaciones en las guerras libradas contra  Francia. Pero en esta ocasión no se quebrantó su fidelidad monárquica; antes bien aceptó gustosamente su responsabilidad hispánica, en aras a un oficioso amor a la dinastía, específicamente centrado en la personalidad de Carlos II.” 
Es emocionante comprobar como Cataluña se aferró al respeto e incluso veneración por aquel rey doliente, un guiñapo humano que sin embargo dejaba traslucir toda la dignidad de la que había sido primera Corona de la tierra.  Y tras la enajenación –centralista y catalana- de la rebelión anterior, el segundo enfrentamiento de Cataluña con Madrid, el de la guerra de Sucesión, al comenzar el siglo XVIII, no fue en rigor una rebelión catalana, sino una guerra civil entre españoles donde Cataluña trató de imponer no ya su separación sino todo lo contrario: su diferente concepción de la misma España. Felipe V, el primer Borbón, “”se presentó ante los catalanes como celoso amante de sus libertades” (Vicens, p. 140). Convocó Cortes catalanas  en 1701-1702, las primeras después de las de 1599; consolidó en ellas los Fueros catalanes y quiso abrir América a Cataluña. Pero en 1705 Inglaterra urdió la entrega de Barcelona al bando del pretendiente austríaco, que convirtió la ciudad en su capital hispánica. “Esta vez los catalanes lucharon obstinadamente para defender su criterio pluralista en la ordenación de la monarquía española, aun sin darse cuenta de que era precisamente el sistema que había presidido la agonía de los últimos Austrias y que sin un  amplio margen de reforma de las leyes y fueros tradicionales no era posible enderezar el país. Lucharon contra la corriente histórica y esto suele pagarse caro.” El gobierno del pretendiente austríaco fue un desastre en Cataluña; “pero los catalanes que seguían al archiduque creían de buena fe y estaban por ello bien convencidos de que defendían la verdadera causa de España y no tan solo un puñado de privilegios ”Cataluña fue víctima de su sentimentalismo congénito, contra su propia conveniencia. Pero tampoco entonces se declaró Cataluña independiente: Cataluña, con otros reinos de la Corona de Aragón, con otros  españoles de Castilla, se creían también España; era otra versión de España. El 11 de setiembre de 1714, la Diada que hoy se celebra como fiesta “nacional” de Cataluña, fue el choque –en Barcelona- de una idea de España contra otra idea de España; no solamente la reconquista de Barcelona por el ejército borbónico del rey de España Felipe V. Numerosos catalanes lucharon en uno y otro bando de la guerra civil, sobre el trasfondo de ambiciones europeas exteriores, Austria, Inglaterra, Francia. Vicens Vives lo deja claro; pero hay quien se empeña en escribir con renglones torcidos la dramática y gloriosa historia de España en Cataluña.

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