jueves, 16 de febrero de 2012

LA NATURALEZA DEL VALENCIANISMO (II)



Autor: José Manuel Bou

El nacionalismo es una colectivización del egoísmo. Es pretender que la ética política solo te obliga a preocuparte de lo que pasa de fronteras hacia dentro de tu nación, y que de fronteras para afuera, puede hundirse el mundo. Es basar los más nobles sentimientos en la realidad física de la nación, en su riqueza y en sus paisajes, en lugar de hacerlo en su realidad moral, en su eterna metafísica. Yo amo tanto como cualquier nacionalista las fiestas y costumbres del Reino de Valencia, la riqueza de su cultura y la belleza de sus paisajes, pero amo más aun la grandeza moral de nuestro pueblo, su papel histórico, indisolublemente unido a los de las demás regiones de España. Los nacionalistas reivindican inversiones e infraestructuras porque son para ellos, convirtiendo así el panorama político en un mercado donde nadie se preocupa por el interés general, lo cual explica el alcance de la actual crisis. Nosotros las reivindicamos porque son justas, porque contribuyen a una España más equilibrada y eso repercute en la riqueza de todos. Los nacionalistas enfocan todos sus esfuerzos en llevarse el trozo más grande del pastel, como urracas ante un festín. El problema, si todos hacemos lo mismo, es que puede que entonces no haya ningún pastel a repartir. El patriotismo es el espíritu de sacrificio del individuo por la colectividad. El patriotismo es buscar la grandeza de la patria para que esta pueda cumplir su misión en la historia, en orden a construir un futuro mejor para todos, un mundo mejor para nuestros hijos. El nacionalismo se basa en el egoísmo, el patriotismo en la solidaridad. Debemos ser patriotas valencianos y españoles, pero en absoluto nacionalistas. En caso contrario, no seriamos mejores que los catalanistas que nos avergüenzan con sus traiciones. Nuestra única diferencia con ellos sería de orden técnica, nosotros tiramos la frontera por aquí y ellos por allá. Solo nos diferenciarían unas normas ortográficas, unos símbolos que en el fondo no entenderíamos. Nuestra diferencia con los catalanistas debe ser de orden moral. La nobleza de nuestros espíritus, frente a lo despreciable de su conducta.
La historia reciente del valencianismo está llena de deserciones de esos que decían ser más valencianos y más nacionalistas que nadie y que ahora pacen en el pesebre del PP o del Bloc, sin que una u otra cosa les preocupe demasiado. Por citar solo casos que conozco de primera mano, cuando estudiaba en la universidad (tampoco hace tanto) Renovación Universitaria representaba el valencianismo anticatalanista, regionalista o españolista, como se quiera llamarlo. Valencia Universitaria, financiado por Unión Valenciana, representaba el nacionalismo valenciano. Pues bien, mientras renovación permanecía fiel a sus ideas y llegó a redactar los únicos documentos oficiales de la Universidad en valenciano, como lengua distinta del catalán, los nacionalistas pronto traicionaron sus principios, firmando pactos contra natura con el Bloc, que imponía y sigue imponiendo, el más cerrado catalán como lengua única de la Universidad. En aquel momento el grupo más nacionalista, equivalente a la PJV actual, era “Joventut Valencianista”, liderada por Pales y Bertomeu. Tan agresivo era su nacionalismo, rayano en el separatismo, que fueron expulsados de Unión Valenciana por este motivo. Pues bien: ¿Dónde acabaron estos angelitos? En el PP. El partido bandera del españolismo. Seguro que allí tienen sus estómagos muy bien alimentados.
La realidad del valencianismo es que, en los últimos años, Unión Valenciana ha sido el reducto, tal vez con las escasas excepciones de algunos concejales de pueblo honrados que aguantaron con las siglas de UV mientras pudieron y que ahora ya están en Coalición, de caraduras y vividores para los que el valencianismo era un escaparate en el que colocarse para llamar la atención del Bloc, el PP o quienquiera que pujase por sus voluntades y estuviera dispuesto a abonar las monedas de plata precisas para alimentar la incompetencia de sus vidas. En las pasadas elecciones el PP usó a Unión Valenciana para sembrar la confusión a través de la guerra de siglas en el valencianismo, quitando votos a Coalición Valenciana, que era el único proyecto valencianista viable. Por eso la desaparición de Unión Valenciana debe verse como una buena noticia, que aclara el panorama y obliga a todos a retratarse en el valencianismo, debiendo optar entre la fidelidad a los principios que representa Coalición Valenciana y la traición a los mismos de la tercera vía de Choví, furibundo nacionalista al que vimos retratado hace poco con Arturo Mas y otros dirigentes de CIU en las pasadas elecciones catalanas. El nacionalismo valenciano, a través de sus máximos representantes políticos de Unión Valenciana o Units per Valencia, se ha quitado ya la última careta, entregándose al PP o al Bloc, y dejando sin argumentos a los que pretendían hurtar su apoyo a Coalición Valenciana por no ser suficientemente anti castellana.

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