miércoles, 8 de febrero de 2012

LA NATURALEZA DEL VALENCIANISMO (I)




Autor: José Manuel Bou 
Extraído de Internet

El reciente hundimiento de Unión Valenciana, que no se presenta a las próximas elecciones, ha aclarado el, desde fuera, confuso panorama del valencianismo, dejando a cada uno en su lugar. Gran parte de las discusiones en el seno del valencianismo sobre el sexo de los ángeles se debían a una confusión semántica de inicio. Cuando hablamos de valencianismo, no todos estamos hablando de lo mismo, de ahí que no nos pongamos de acuerdo sobre si son galgos o podencos, mientras los perros del catalanismo y la traición de la clase política valenciana nos dan alcance y nos devoran, como en la fábula.
Por valencianismo algunos entienden nacionalismo valenciano. Son nacionalistas periféricos antiespañoles puros y duros, como los catalanes de CIU o los vascos del PNV, de ahí que añadan estrellas secesionistas a la señera o le cambien la letra al himno valenciano para decir: “tots baix els plecs de la nostra senyera” en lugar de “per a ofrenar noves glories a Espanya”. Según esta visión, todos los que no somos nacionalistas no tendríamos derecho a formar parte del movimiento valencianista. Todos los que durante años hemos estado defendiendo nuestra tierra y militando en Alternativa o Renovación Universitaria, en Coalición Valenciana o en el Grup, en la Coordinadora o en cualquiera de sus asociaciones y que hemos quemado nuestra juventud al servicio de un ideal patriótico, seriamos unos infiltrados, unos usurpadores, unos españolistas que taimadamente hemos ido a robar la bandera del valencianismo a sus legítimos portadores. Esta interpretación es tan estúpida que no merece mayores comentarios.
Otros traducen valencianismo como anti-catalanismo. Si ambas interpretaciones son en exceso reduccionistas, hay que admitir que la segunda tiene más visos de verosimilitud histórica. En efecto, el valencianismo moderno, el que surge tras la transición a la democracia, es un movimiento de reacción, de respuesta ante la agresión catalanista. Son los abusos del pancatalanismo, las imposiciones lingüísticas en la educación y los medios de comunicación, el uso de la cuatribarrada o el término “país valencia”, como el sur “dels països catalans”, en perjuicio de la Real Señera Coronada o la denominación “Reino de Valencia” la que ha provocado las mayores muestras de pasión valencianistas. No han sido contra el centralismo castellanista, sino contra las ofensas catalanistas contra quienes el movimiento valencianista ha conseguido movilizar a grandes masas de valencianos. Negar esto es querer negar nuestra historia reciente, la que aun no hemos de buscar en los libros, porque está fresca en nuestra memoria.
En mi opinión el valencianismo es la consecuencia cívica de saberse y sentirse valenciano. Cualquier valenciano bien nacido, hijo orgulloso de su tierra, heredero digno del patrimonio lingüístico y cultural de sus antepasados, sea de izquierdas o de derechas, valenciano o castellano parlante, no puede permanecer impasible ante los abusos, ante la continua discriminación, ante la apropiación por Cataluña de las muestras más llamativas de nuestra historia y nuestra cultura. Eso es el valencianismo. Y para eso no es necesario ser nacionalista. Es más, para eso es muy conveniente no ser nacionalista, porque un nacionalista, alguien que no se siente español, no entiende bien lo que significa ser valenciano. La esencia del Reino de Valencia es formar parte de España, igual que la esencia de España es que formen parte de ella territorios como el Reino de Valencia y otros de la Corona de Aragón. Si no, no sería España. Podría ser Castilla, pero nunca España.
Gran parte del error nacionalista se basa en la incapacidad intelectual para distinguir la noción de nacionalismo de la de patriotismo. De este modo, y como cree el ladrón que todos son de su condición, creen los nacionalistas que todo el mundo lo es, y así acusan de nacionalista español a todo quien critique su nacionalismo periférico.


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