martes, 5 de julio de 2011

ARMELES Y RACHEES EN 1750


Por Ricardo García Moya
Las Provinncias, 21 de mayo de 1999

Hacia el 1750, el pueblo barcelonés usaba coloquialmente la lengua que ahora ofrece la inmersión como culta. Lo podemos comprobar en manuscritos como el Ms.1595 de la Biblioteca Nacional (h.1770), e impresos como el b.54-6 de la Universidad Central de Barcelona (año 1754). Ambos recogen composiciones en catalán vulgar del XVIII, el mismo que hacía proclamar a Mayans la superioridad de la lengua regnícola sobre la del Condado.
Si en el manuscrito de la Nacional sumamos las diferencias léxicas que pudiéramos calificar de emblemáticas (noia, bigoti, etc.) más las terminaciones de los sustantivos abstractos puresa, bellesa, firmesa; o la morfosintaxis de frases como "quant serem a mitja tarda" (f. 33), obtenemos aquella jerga críptica que producía desprecio en Carlos Ros. Además, la típica vocal abierta final (dias, moltas, altras, cosas...) establecía una similitud fonética entre catalán y castellano que -en el siglo XX- ha motivado la valencianización de las terminaciones. Corominas, por ejemplo, modificó su apellido en Coromines.
La diferencia entre valenciano y catalán afectaba a todas las categorías lingüísticas. Desde el verbo "jo serveixo", opuesto al "yo servixc"- a las conjunciones, como la adversativa mentre (f.77) distinta a la usada por todos los valencianos, incluido nuestro mejor novelista del XVIII: "mentres tinguera" (Galiana: Rond. 1768, p. 55). EI manuscrito catalán reproduce la ele geminada en "colloqui" -todavía sin el punto inmersor-, mientras que en idioma valenciano se usaba la simple: "Coloqui de les dances" (Ros,1734), "Coloqui de la casulla", "Coloqui de Pep de Alboraya", "Coloqui del poticari", etc. EI manuscrìto barcelonés citaba la "pescateria de Barcelona", sustantivo opuesto al valenciano peixcateria usado por los clásicos. Lamentablemente, la inmersión ha rotulado una calle en Xixona con el catalán Pescateria.
EI coetáneo "Romans nou en lo qual se anuncien les festes de Sent Vicent" (Valencia, 1755), aunque breve, es útil para cotejar ambos idiomas. Aquí leemos "esta franquea" (f.2), diferenciándose del demostrativo y sustantivo catalán "aquesta franquesa". También aparece el adverbio "aixina", distinto al "agafis aixi" del manuscrito barcelonés. Vemos el adjetivo "natiu", no el "nadiu" catalán; y observamos las formas verbales autóctonas: naixqué, cumplixen, archivarer etc.
Con la fuerza de poseer una lengua propia, el anónimo autor del "Romans" de 1755 trató de cincelar ortográficamente la fonética de nuestros antepasados. En lacónicos folios nos gratifica con verbos ahora prohibidos, como "llograr", equivalente a prestar con usura. La acepción del vocablo no ofrece duda: "dona cent per hu, sap Ilograr". EI IEC no admite este verbo valenciano -detalle que agradecemos-, aunque etimológicamente sea correcto al entroncar con el latino lucrum, ganancia o provecho.
Nuestro poeta rememora "milacres" (v. 94), y recurre al derivado lógico: "tocá el rogle de les campanes milagrosament" (v. 41) rechazando el arcaico "miraculosament". La viveza de la lengua valenciana en 1750, sin complejos alimentados desde Barcelona, asombra por su capacidad de aglutinar voces ancestrales con neologismos. Así, en la misma frase, enlaza el añejo rachees (v. 125) y el dieciochesco armeles.
Hay diccionarios etimológicos que barren hacia el Condado y substraen antigüedad a vocablos valencianos, como el citado armela. En el Alcover, por ejemplo, aportan la fecha de 1963 para documentar armela en Elche, cuando con los medios humanos y económicos que manejaban podían haber citado este impreso de 1755. Respecto la voz rachees del verso 125, era el plural valenciano de rachea, palabra que en 1755 equivalía al casteIlano gragea y catalán dragea. Todas aludían generalmente a "confites muy menudos de diversos colores". Llombart documentó esta voz, pero modificó la africada ch por g en "ragea". Eran tiempos confusos en que traducía a Verdaguer y aceptaba ajenos caprichos ortográficos, según reconocía: "En la ele doble, como los catalanes, hemos determinado colocar un guioncito". Llombart pluralizó la responsabilidad de esta claudicación en el prólogo del diccionario de 1887, aunque el coautor Escrig había muerto 20 años antes.
Las diferencias entre los dos idiomas eran evidentes en el XVIII, como subrayaron Ros y Mayans. Ahora, en 1999, el idioma valenciano es despreciado, mientras que aquella lengua vulgar barcelonina la han encumbrado al Olimpo de la exquisitez y finura. ¿Consecuencias? EI que más y el que menos, para ser considerado culto y acceder a un puesto de trabajo, adopta las genialidades del Institut d'Estudis Catalans. Fíjense lo que dice un conocido inmersor: "EI correcte ús de les I.I dona categoria intel.lectual al més modest escrit" (Ferrer: Gramática, 72). Es decir, usando la ele geminada catalana en la lista de la compra obtenemos un texto de Goethe.

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