jueves, 13 de enero de 2011

EL CANT DE LA PARDALA (IV)


Ese era el plan y así se llevó a cabo… Más no contábamos con la traición. Algunos vecinos “afrancesados” vendidos al enemigo por un salario miserable y con la promesa francesa de respetar sus vidas y sus escasas haciendas, tenían conocimiento de lo que nos proponíamos y se lo habían contado a los ocupantes.

Un par de meses antes, apareció clavada en los muros y portalones la siguiente orden:

“Orden del Sr. Corregidor Mariano Domínguez como Comisario General de Policía. Mando formar una compañía de 100 mozos de 18 a 40 años de edad, nombrando por Capitán al Barón de Andilla oficial español, graduado de tal, con el uniforme de chaqueta y calzón azul, chaleco banco, cuello, vuelta y vivo encarnado, botón dorado, con destino a la persecución de las bandas de insurgentes que están aumentando notablemente”.

Cuatro de sus miembros, nombrados ya como “gendarmes españoles”, acompañaron, a modo de guías, a dos compañías del 114 regimiento de línea que con el Jefe de Batallón Douarch marcharon de Zaragoza a Codo y luego a Belchite, desbaratando con una sola carga a unos 300 españoles allí reunidos, causándoles 80 bajas y apoderándose de “sus mulas”, bagajes, de 120 fusiles ingleses y de 100 puñales”. En este choque, y según el parte publicado, los cuatro gendarmes “que iban en vanguardia de la tropa francesa, han manifestado durante toda la acción el mayor denuedo”. Ese mismo mes salió el Barón, con al menos la mitad de sus hombres, acompañando a Suchet en su campaña contra Lérida y, tras la batalla de Margalef el 23 de abril, fueron los encargados de guiar a la columna de presos procedentes de dicha acción, hasta Zaragoza; ocurriendo lo mismo al mes siguiente con los procedentes de la toma de Lérida.

Uno de aquellos gendarmes había sido destinado a Morella. Donde su familia regentaba una antigua taberna en la Costa de Sant Joan. Él fue quien alertó al enemigo. Él, quien prendió la primera antorcha cuando llegamos a la Plaça de Sant Francesc, donde nos esperaban apostados en las bocacalles. La emboscada dio rápido resultado. Sorprendidos por el inesperado del ataque cuando confiábamos en hallar libre al camino al castillo, ni siquiera pudios ofrecer resistencia. La escaramuza fue breve y todos los que no cayeron bajo el fuego de la fusilería, fueron hechos prisioneros y ajusticiados a la mañana siguiente. También José.

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