miércoles, 24 de noviembre de 2010

VICENTE BLASCO IBAÑEZ (y VI)


BIOGRAFÍA BREVE - Valencia (29-1-1867), + Menton (Francia) (28-1-1928)

Datos basados en el libro “Vicente Blasco Ibáñez”, biografía escrita por D. José L. León Roca

En 1917 Blasco Ibáñez emprende una nueva aventura, la cinematográfica, y estrena en París la versión cinematográfica de Sangre y Arena, constituyendo un gran éxito. En agosto visita Valencia para ambientar su próxima película Flor de Mayo. Escribe Mare nostrum, que se publica en 1918, el año en que finaliza la Guerra Europea con la rendición, en el mes de noviembre, de Alemania. La guerra había durado cuatro años y supuso una enorme sangría de recursos económicos y, sobre todo humanos.
En 1919 escribió su novela Los enemigos de la mujer. En octubre embarca rumbo a Nueva York, iniciando así su viaje a los Estados Unidos, donde acude para dar una serie de conferencias. Su estancia se prolongará hasta julio de 1920. Poco después falleció en Valencia su hijo Julio César. En 1920 es nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Washington. En abril se desplaza a Méjico y más tarde a Cuba.
A principios de 1921 se proyecta la versión cinematográfica de Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Blasco regresa a España, y en Valencia se le rinde una semana de homenaje. En junio aparece su libro El préstamo de la difunta. En 1922 escribe La Tierra de todos, y El paraíso de las mujeres, que en realidad era un guión cinematográfico. En 1923 se publica su novela La Reina Calafia, y en octubre emprende su viaje alrededor del mundo, que durará seis meses. En 1924 se publica Novelas de la Costa Azul, y dos de los tres tomos de la Vuelta al mundo de un novelista. El tercer número se publicó en 1925.
A pesar de que gozaba de una posición económica envidiable, de que residía habitualmente fuera de España, en su finca de Menton (Francia), y de que ponía en peligro su candidatura para optar al Premio Nobel de Literatura, Blasco Ibáñez no pudo permanecer impasible ante la situación por la que atravesaba España tras la proclamación de la dictadura militar de Primo de Rivera, apoyada por la monarquía, y se unió a los intelectuales españoles exiliados en París para denunciar la situación política de nuestro país. Así, además de participar en una publicación periódica titulada España con Honra, junto a Unamuno, publicó su manifiesto Una nación secuestrada. Como consecuencia el Ayuntamiento de Valencia retiró la placa de la plaza que le había sido dedicada y persiguió a su familia en Valencia.
El 28 de enero de 1928, un día antes de cumplir 61 años, falleció en su villa de Fontana Rosa a consecuencia de una neumonía, agravada por la diabetes que arrastraba desde hacía años. En 1929 se publican sus dos últimas novelas, El caballero de la Virgen y En busca del Gran Kan.
El 29 de octubre de 1933, dos años después de la proclamación de la II República española, sus restos regresaron a Valencia desde Menton, como había sido su deseo, a bordo del acorazado Jaime I, buque insignia de la armada española, siendo recibidos en un acto multitudinario presidido por el Presidente del Gobierno, el Alcalde de Valencia y multitud de personalidades, trasladándose a hombros por grupos de voluntarios desde el puerto hasta la Lonja, donde se instaló la capilla ardiente. El Ayuntamiento de Valencia diseñó un grandioso mausoleo, rematado por un grupo escultórico realizado por su gran amigo, Mariano Benlliure, para dar cabida a los restos de Blasco Ibáñez, sin embargo el estallido de la Guerra Civil en 1936 frustró el proyecto. Su memoria fue borrada, sus libros prohibidos, su familia perseguida y sus bienes incautados. Las obras realizadas hasta ese momento en el mausoleo fueron destruidas y el solar donde se asentaba, en un lugar privilegiado del Cementerio municipal, fue utilizado años más tarde para construir el crematorio. A pesar de todo ello, sus restos se conservaron, y reposan en la actualidad en un nicho ordinario, casi anónimo, en el cementerio civil de Valencia.
Datos basados en el libro “Vicente Blasco Ibáñez”, biografía escrita por D. José L. León Roca

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