sábado, 14 de agosto de 2010

EL VALENCIANISMO DEBE SER PATRIMONIO DE TODOS


Autor: Juan Ferrando Badia (q.e.p.d.)


Hay que distinguir el valencianismo político tanto del valencianismo sentimental como del valencianismo económico. Para los valencianistas sentimentales tan sólo vale aquello que suscita emoción y sentimiento. Proclaman como valor supremo el sentimiento frente a la razón. Deja de existir cuando deja de existir el estímulo que hace vibrar su corazón. Se trata de un valencianismo visceral, e irracional... (se trata del mal llamado valencianismo folklórico), que tan sólo cobra carta de naturaleza esporádicamente, momentáneamente, transitoriamente. La pasión es mala, consejera para engendrar frutos duraderos.
Tan sólo una razón vivida o una pasión enderezada por la razón son el fundamento estable para una actividad rentable y funcional para nuestra colectividad. Por eso, nosotros propugnamos un valencianismo político en el sentido de que deseamos que nuestro cuadrante recupere su identidad en todos los niveles y, por tanto, adquiera un autogobierno con capacidad real de darse auténticas leyes.
El valencianismo polítice pretende que el amor a nuestra tierra rinda frutos beneficiosos. El valencianismo político no es evidentemente el que se patentiza tan sólo en algunas solemnidades, sino que es el que nace de las entrañas de nuestra personalidad, el que, si triunfa, ha de hacer que la Comunidad autónoma valenciana tenga un peso especifico en el marco de España y de Europa.
Nuestro lema no solamente debe ser proclamar verbalmente nuestro amor a Valencia, sino estudiar, defender y propiciar el autogobierno real de nuestro pueblo.
El valencianismo político no se debe basar en inútiles comparaciones con otros cuadrantes españoles, sino que, si de verdad se ama a Valencia, hemos de preocuparnos de escudriñar nuestra historia para descubrir las pautas a seguir.
Si obramos así, nuestro futuro será fiel al pasado pero, a su vez, el futuro será una actualización y modernización del pasado. Haciéndolo así, Valencia, el antiguo Reino de Valencia, -hoy Comunidad Valenciana- se pondrá a la altura de los tiempos que su multifacética personalidad exige y reclama para su propio bien, y para el resto de los demás cuadrantes hispanos.
El valencianismo político debe pretender la unión de todos los valencianos para la defensa de la "Valencia Grande", como se nos conocía por Europa en la época de San Vicente Ferrer. El valencianismo político debe ser asumido por todos los partidos que pululan en el cuadrante valenciano; por todos los partidos que pretendan defender nuestros intereses territoriales.
Los partidos auténticamente traspasados de valencianismo político deben propugnar que el pueblo valenciano sea capaz de ejercer un autogobierno sin adulteraciones, sin subordinaciones...
No se puede proclamar por ningún valenciano que la política le es ajena, pues sin la política no hay autogobierno del pueblo valenciano y para el pueblo valenciano. Es estúpido marginar la política, pues un pueblo no se puede gobernar sin ella. Lo que hay que hacer es intervenir en la política.
El auténtico valencianismo político no es una estación de espera que tan sólo se pone en movimiento o entra en ejercicio para conseguir un puesto en la política. Son malos valencianos aquellos que tan sólo ejercieron como tales cuando necesitaron de los votos para mantenerse en sus poltronas.
El valencianismo político propugna que todos los valencianos estén en constante ejercicio de su condición de ciudadanos para que, a través del mismo, se dediquen al conocimiento cada vez más profundo de la multifacética personalidad valenciana para proyectarla y defenderla frente a aquellos que pretenden manipularla.
El valencianismo político propugna la autorealización del antiguo Reino de Valencia, de su liberación de todo tipo de instrumentalización y expoliación. Debe exigir ser libre, liberándose, previamente, de todo tipo de explotación económica y cultural, venga de donde viniere.
El valencianismo político recoge -debe recoger- todo lo que de positivo pueda encerrar el nacionalismo cultural, que se basa en la existencia del hecho diferencial valenciano motivado por factores económicos, geográficos, históricos y culturales y, fundamentalmente, por la existencia de un sentimiento colectivo vivido en común -que hemos de propiciar, fomentar y consolidar- y con deseo de proyectar nuestro hecho diferencial, nuestra propia personalidad hacia el futuro, potenciándolo al máximo.
Debemos propugnar un valencianismo político que, por no ser nacionalista, no reivindica la existencia de un Estado propio, pero sí debe plantearse unas metas muy claras a saber:

1º) Debe intentar inspirar a todas las fuerzas sociales y políticas de nuestro histórico Reino de Valencia -hoy Comunidad Valenciana-.
2º) Debe defender que la autonomía valenciana sea un autogobierno real y no nominal. Se debe fomentar la existencia de un gobierno de estricta obediencia valenciana.
3º) Debe intentar insertarse en la estructura del poder central para, desde allí, presionar a favor de nuestros intereses. En una palabra, hemos de valencianizar a todas nuestras asociaciones culturales y políticas existentes en nuestra Comunidad Autónoma de Valencia, y hemos de intentar hacer acto de presencia efectiva en la política nacional.
4º) Se nos impone la valencianización o en caso contrario estamos condenados al fracaso, a la subordinación del poder valenciano al poder central. Hemos de propugnar una solidaridad con las demás regiones y nacionalidades españolas, pero que no sea a costa de nuestra rica personalidad histórico-cultural. ¡Igualdad y solidaridad sí!, pero subordinación del pueblo valenciano al poder centra! ¡No! Ya Pi i Margall en 1873 -cuando la Primera República Española-, calificaba al poder central como "El estómago de España".
Debemos evitar ser engullidos por él.
..:Diario de Valencia:..

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