miércoles, 23 de junio de 2010

NACIONALISMO CATALAN. UNA GRAN FARSA (III)


Autor: Michel Braveheart

Depósito Legal: PM-1405-2002

DEL NOMBRE DE CATALUÑA

Nombre, es la palabra que designa a personas, animales o cosas, identificándolas individual o colectivamente. De ahí su importancia. Por ello, poner nombre a sus congéneres nada más nacer, es lo primero que hace el ser humano; así como a cuanto lo rodea, para poder efectuar una diferenciación - identificación en un primer acto de inteligencia. Así, desde los tiempos más remotos el ser humano ha ido poniendo nombre a animales, utensilios, armas, prendas de vestir, y, sobre todo, al terreno que pisaba y al de su entorno. Posteriormente, según iba conquis-tando otros territorios que le eran extraños, iba poniéndoles nombres en su lengua materna, sobreponiéndolos a las denominaciones que tenían antes de arrebatárselas a sus antiguos moradores. Salvo en el caso de las grandes urbes, que por lo general continuaban con la antigua denominación, pues eso les daba prestigio ante sus otros posibles enemigos. Ejemplos encontramos por doquier a lo largo de la vasta historia de la humanidad, en cualquier punto en que nos detengamos. Así resuenan aún en nuestras mentes nombres como Tiro, Sidón, Babilonia, Marí, Ur, Jerusalem, etc., ciudades estado con identidad, cultura y lengua propias, que pasaron de dominadoras a ser dominadas en hechos puntuales historiografiados desde la época más temprana.

Así tenemos pues, que un nombre identifica también una ciudad, un territorio, un estado, una nación. Esas ciudades, territorios, estados o naciones, a su vez daban el nombre genérico a sus moradores: Filisteos, porque habitaban Filistea; cananeos, porque habitaban Canaan; fenicios, porque habitaban Fenicia; baleáricos, porque habitaban Baleares; cartagineses, porque habitaban Cartago; castellanos, porque habitaban Castilla; israelitas porque habitaban Israel, etc.

De ese modo llegamos al nombre de Cataluña, en donde los historiadores románticos pretenden, es más, dan como cierta, una antigüedad de más de mil años y por consiguiente, a la comunidad catalana. Y así nos encontramos en libros de historia frases como:

" ...Hacia el año 1.000 había en el territorio de la Cataluña vieja...";

"...en la feudalizada Cataluña vieja..." (1)

Cuando lo cierto es que ni en el año 1.000 ni anteriores, aparece la palabra Cataluña en ningún documento coetáneo. No dejando de ser significativo además, que el emperador Carlo Magno pusiera el nombre de Marca Hispánica (800 d. C.) a lo que esos historiadores románticos llaman "Cataluña vieja".

Volviendo a lo del nombre, algunos historiadores modernos han querido ver en el nombre de Cataluña el mismo significado que el de Castilla, es decir, tierra de castillos. Así como que catalán y castellano equivalen a morador de castillos.

Otros, dicen que Cataluña procede de Gothia o Gotholandia (tierra de godos), que además así era conocida lo que hoy es la parte oriental de Cataluña desde los Pirineos hasta el condado de Barcelona, pues sus pobladores fueron godos primero y visigodos después; y godas las leyes por las que se regían (los Ussatges). (2)

Pero el gran filólogo y romanista catalán, Catedrático de la Univ. de Barcelona (1930), de la Univ. de Cuyo, Mendoza - Argentina (1939) y de la de Chicago (1948). Miembro del "Institut d'Estudis Catalans" (máxima autoridad lingüística de Cataluña) , y autor del "Diccionari etimològic y complementari de la llengua catalana" (1980), D. Juan Coromines y Vigneaux (3) nos hace saber que: " En realidad hemos de reconocer que el origen de "catalán" es aún un enigma. Si queremos hallar una etimología, ya que no medianamente segura, al menos razonable, tendremos que partir de una observación: un nombre tan tardío como éste, es muy difícil que pueda ser tradicional; es más probable que proceda de una iniciativa local o incluso individual; y en creaciones de esta clase, son fáciles los errores y las alteraciones. Nuestro nombre puede pues haber nacido de una deformación y haberse generalizado fácilmente, porque era útil y respondía a una necesidad vívamente sentida; la realidad de Cataluña era un hecho presente para todos, pero no tenía nombre, pues Marca Hispánica no era un nombre en propiedad..." , y sigue : "...El hecho de aparecer primeramente de la pluma de dos italianos, parece sugerir un origen clásico”.

“He aquí como italianos cultos recordaron que aquella parte de España era habitada por los LACETHANI, (una de las tribus íberas más numerosas que ocupaba la región formada por las comarcas de Cervera - Igualada - Manresa y Vallés), y comenzaron a utilizar de nuevo este nombre clásico, tal y como otros nombres clásicos resucitados con éxito más o menos constante y permanente, tales como AQUITANIA, BÉLGICA, LUCANIA, etc.. El nombre circularía primero en algunos escritos con el dicho nombre de LACETHANIA, pero después lo encontramos escrito con la metátesis de CATHELANIA.", "...Y justamente la primera mención que se hace del nombre de Cataluña, es en el "Liber Maiolichinus; rerum in majorica pisanorum, ac de eorum triumpho pisis habito, annis salutis MCXIV et MCXV" ( Libro Mallorquín; sobre las cosas hechas por los pisanos en Mallorca, y el triunfo de éstos celebrado en su patria (Pisa) en los años de gracia 1114 y 1115), en donde nombra el cronista Lorenzo Veronés, Diácono de D. Pedro II Arzobispo de Pisa, a un tal "Assallitus, vicarius Cathaloniae....".

1. - Historia Crítica de Cataluña. Antº de Bofarull y Brocá, 1876.
2. - Orígenes de Cataluña. Dr. Balarí y Jovany.
3. - "El que s'ha de saber de la llengua catalana". Juan Coromines 1954
"... Esta etimología (sigue diciendo Corominas) la sugirió por primera vez, y en términos lacónicos, el fonetista alemán Schopf en el año 1919 en su obra "Die konsonantischen Fernwirkungen", aceptándola sin discusión Grammont, Ronjat y alguien más.", "... Para terminar me adheriré a la explicación dada ya por otros, del cambio de terminación de la metátesis CATHELANIA en CATHALONIA, como debido a la influencia de otros nombres de países acabados en - onia: Gasconia = Gascuña; Cathalonia = Cataluña."

En concreto, siguiendo al eminente filólogo catalán, la denominación de Cataluña no es tradicional, sinó, producto de una metátesis aparecida por primera vez en 1.115 y referido a la zona más oriental de los Pirineos, no a una nación, pues en el mismo poema, en varios pasajes también nombra a Ramón Berenguer III señor de la gotia y señor de los Pirineos. De ello hace tan sólo 886 años.

Luego, el pretender dar una antigüedad milenaria a Cataluña como nación, es una falacia. Pues la realidad documental nos demuestra que ni durante la dominación romana, ni en la época visigótica, Cataluña había existido como unidad geográfica, ni étnica, ni como unidad de dominio político o administrativo. Los testimonios más antiguos, anteriores todavía a la ocupación y asentamiento musulmán, nos informan que las tierras que conformaron lo que desde 1.115 pasó a llamarse Cataluña, estaban divididas en una serie de unidades territoriales que venían a coincidir con determinadas comarcas naturales. A estas delimitaciones comarcales se las conocían genéricamente con el nombre de "territoria o terrae” (territorio o tierra) : "Territoria Barbutanum; Territoria Betetanum; Terrae Labetolosanum; Terrae Belotanum; etc.". Dentro de cada "territoria" se distinguían asimismo, otras circunscripciones geográficas menores, bajo el nombre de "pagi" (pagos) y que vendrían en coincidir con los principales valles pirenaicos: Pagos de los Sebúricos; pagos de los Gistavensis; pagos de los Labasales; etc.

Y así llegamos a la invasión árabe, a la reconquista de Carlo Magno y a la creación de la Marca Hispánica (repoblada por godos), y a la creación de un Marquesado compuesto por una serie de Condados, más o menos en las mismas zonas y cubriendo el mismo territorio de los pagos ya existentes. Y todo ello sin que en ningún momento se le diese el nombre de Cataluña, hasta la mencionada metátesis y posterior aparición de ese nombre en la crónica pisana de Mallorca. Lo que con ello podemos afirmar que el nombre de Cataluña tiene a fecha de hoy (2001) 886 años de antigüedad. Como nación, estado o país, muchísimos menos, según veremos en el siguiente capítulo.