lunes, 3 de mayo de 2010

LA NACIÓN CATALANA NUNCA HA EXISTIDO (III)

José Osés Lurumbre, Maestro Nacional y Juan Osés Hidalgo, Publicista - Zaragoza 1932.

A continuación demostraremos qué desde el año 801 en que se fundó el Condado de Barcelona, hasta e1 1137, en que se unió a1 Rey de Aragón, tampoco constituyó el Condado Barcelona ninguna entidad nacional, pese a todo lo que los historiadores influidos por el parcialismo y a todo lo que los historiadores separatistas pretender hacer creer, falseando la Historia de la manera más descarada y absurda.
Aunque no nos anima el propósito de hacer aquí la Historia del Condado de Barcelona, empresa que necesitaría demasiado espacio y que por lo tanto no puede circunscribirse dentro de los limites reducidos de este folleto, sobre que no precisa para nuestro objeto nada más que la exposición de datos que tiendan a demostrar la inexistencia de la nacionalidad catalana a través de la Historia, debemos considerar diversos períodos para el mejor desarrollo de esta divulgación.

El primer período que nos interesa estudiar es el que se extiende desde el momento en que los reyes francos crean el Condado de Barcelona, hasta Wifredo II, el Velloso, quien, según las leyendas de la historia catalanista, instituyó la nacionalidad catalana independizándose del emperador de Occi­dente, o sea, de los países francos.

Aunque todos los autores reconocen que durante este período, o sea, desde el año 801 hasta el 874, el Condado de Barcelona se halló bajo el dominio franco, tenemos interés en demostrar que en ningún momento los Condes que lo gobernaron fueron naturales del país hoy conocido por Cataluña, sino de origen extranjero, de donde se sigue la conclusión de que los habitantes del Condado eran españoles administrados por autoridades extranjeras; y que éstas eran absolutamente extrañas y ajenas a los indí­genas de la comarca, por lo que tampoco sus sucesores pueden ser consi­derados como dinastía emanada del pueblo, de la raza española, sino de la franca o francesa.

Fue el primero de los Condes francos de Barcelona el llamado Bera, al que siguieron Bernardo, Berenguer, Udalrico, Wifredo y Salomón. Todos ellos, absolutamente todos, eran oriundos de los países francos, tal como convenía a la buena marcha de las empresas de Ludovico Pío y de sus sucesores en el Imperio.

No pocos historiadores hacen mención de las luchas de algunos de dichos Condes por obtener una soberanía absoluta, desligándose de los soberanos francos; pero al paso que tales autores quieren identificar esos anhelos con una tendencia de los habitantes del Condado a lograr su inde­pendencia, lo cierto es que no se trataba sino de las naturales ambiciones de la época, en que cada señor de territorios a él confiados, más a menos extensos e importantes, quería ser dueño absoluto de lo que bajo su mando tenía. No era, pues, un movimiento nacionalista el que los impulsaba a las rebeliones y a las luchas, sino un pleito personalísimo de cada uno de ellos, pleito en el que nada ponía el pueblo en concepto de reivindicación nacional, sino de apoyo o de antagonismo a sus administradores extranjeros. Este es el concepto que nos interesa rectificar y poner en su punto, desvir­tuándolo como pretendido antecedente de un «hecho diferencial». El Condado de Barcelona era una comarca gobernada por los francos y las luchas intestinas que en él se registraban no constituían manifestación alguna de independización por motivos y por deseos raciales, sino meramente políticos, de una política extranjera como los Condes.

Llegamos al año 874, al momento histórico del que parten los propa­gandistas del hecho diferencial para sostener la tesis de que el Condado de Barcelona fue la base de la actual región española que lleva el nombre de Cataluña.

El Conde Salomón fue asesinado por los parciales de Wifredo el Velloso para sentar a éste en el trono condal dependiente de los francos. La Historia no arroja muchos datos que permitan esclarecer por completo los hechos de aquella época. Afirman algunos, sin que nada les ayude a probar sus afirmaciones, que Wifredo el Velloso obtuvo de Carlos el Calvo, emperador de Occidente y rey de Aquitania á la sazón, la independencia del Condado de Barcelona, como recompensa por los servicios que le prestara aquél en los complicados asuntos que al monarca ocupaban en guerras e intrigas. Dicen otros, sin poder tampoco fundamentarlo, que Wifredo se alzó como soberano independiente y que Carlos el Calvo hubo de avenirse a reconocer la nueva soberanía. Lo más verosímil, poniéndose en un justo medio, es el suponer que a Wifredo le fue reconocido el derecho a 1a sucesión familiar por Carlos el Calvo, auque no la independencia. No fuera un absurdo pensarlo, desde el momento en que Wifredo se hallaba ligado por lazos de parentesco a los monarcas francos, por ser hijo de Wifredo I o de Arria, quien a su vez se halló emparentado con los carolingios que regían lo que hoy es Francia. El hecho de que entre los francos y el Condado de Barcelona no se registraran luchas, inclina a suponer que hubo acuerdo, concesión. El rey de Aquitania debió conservar una autoridad, siquiera fuese nominal, sobre el Condado, y por lo tanto la independencia de Wifredo queda convertida en una dependencia feudal poco íntima. De no ser así, es inconcebible que los francos transigieran con perder uno de sus dominios sin hacer siquiera un intento para evitarlo.

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