lunes, 17 de mayo de 2010

LA GUERRA DE LAS GERMANIAS (VI)

Document num. 4

Font: Epistolario de Pedro Martir de Angleria, en Documentos ineditos para la Historia de España, Madrid 1.957, vol. XII, pag. 3-12.

Valencia, 8 de giner – 13 de febrer – Cartes de Pere Martir d’Angleria al gran canciller, explicant-li algunes curiositats geografiques de Valencia i les primeres manifestacions revolucionaries dels agermanats.

“Decis que suspirais por mis cartas cuando estoy ausente. Ahí las teneis. Con un nuevo y oculto designio de la Naturaleza se inicia, por lo visto, el año 1.520. Esta ciudad se ha quedado estupefacta y hace cabalas acerca de algun peligro que se le viene encima. Tienen un puente de madera que llaman “el grao”. Como es vadeable todo aquel trecho de mar, desde las naves ancladas en alta mar, en botes y oblongas barquillas se hace el transporte de las mercancias hasta el referido puente, desde el cual, a hombros, los encaragados las llevan a tierra, para luego llevarlas a la ciudad o con redes o con bestias de carga- El mar se ha replegado y el puente que quedado en seco en un trayceto de casio veinte metros. Esto significa un contratiempo en extremo desagradable para esta Ciudad. Llama el vulgo a esta paraje “playa” que es poco acogedora y peligrosa para echar anclas en ella, a causa de sus compacta y duras arenas. Está expuesta a todos los vientos, menos a los del Norte, de los cuales la defienden las colinas que se levantan a espaldas de la ciudad. Siempre que sopla el Solano o el viento del Mediodia, sacuden a las naves alli ancladas y muchas veces las hacen zozobrar. Pero esta desdichada ciudad, la mas agradavble de nuestra epoca, se ha convertido en capoitana y se siente abrumada bajo su proio peso. El populacho insolente se ha hecho dueño de la situacion. Los nobles han escapado de la ciudad en direccion a las villas de su señotrio y hacen vida de absoluto apartamiento. El vulgo se dedica todos los dias festivos a practicar simulacros de batallas. Ya no obedecen a ningun Magistrado del Rey. Existen cuarenta y ocho sindicatos de artes mecanicas, y cada uno de ellos tiene sus dos jueces propios, a los que llaman “sindicos”. Se celebran las reuniones cuando estos convocan. De lo contrario, no hay reunion. Conjeturad que se puede esperar de aquí. Conservaos buenos.......”

“Desde Lleida -a la que el vulgo denoimina Lerida- nos ha venido un mensajero vuestro. Asegura que a largas jornadas os encaminais a Castilla, para desde alli, dando la espalda a troda España, dirigiros a los Paises Bajos. No renuncian los valencianos a la esperanza de que vengais. Se imaginan que os detendreis ante ellos antes de abandonar las fronteras de Aragon. Les ha sucedido a estos lo que se cuenta de las almas que andan vagando por el rio Leteo_ saben perfectamente que han salido de sus cuerpos; no obstante, tienen la esperanza de poder volver a ellos, porque lo ambicionan con el mayor deseo. Yo, por mi parte, que soy un incondicional adicto al Emperador, no hago mas que ponderarles las ineludibles obligaciones que os urgen. Les pongo de manifiesto que, independientemente del prestigio de la corona imperial, es de mayor importancia otro asunto que ha surgido -desconocido por el pueblo-; quiero decir, la reunion que hacia mediados de mayo celebraron los reyes de Francia e Inglaterra. Les digo que es de enorme trascendencia evitar que el soberano frances convenza al de Inglaterra antes de que se retire de su lado. Perderia la oportunidad de hablar antes con el ingles si se entretuviera en nuestras Cortes, de manera que ya obre obligado por las experiencias anteriores de las Cortes aragonesas. Asegura que difiere para otra ocasión vuestros asuntos y que no les da de lado, como vosotros os lamentais. Los valencianos no admiten ninguna clasd de excusas. De esto ya hay bastante. Vuelvo a vosotros”

“Cunde por aqui la noticia de que, para ver al Rey Emperador, han llegado a Barcelona –despues de que yo me retiré de vuestro lado- unos embajadores de las ciudades castellanas, desde la insigne Toledo –que es la que lleva principalmente la voz cantante- en plan de suplica –según mis referencias- de que el Rey no quebrante las inmunidades concedidas a los castellanos por sus antepasados; de que no olvide el juramento, prestado en las Cortes de Valladolid, de guardarlas, y que, muy al contrario de lo que sucedió con las de Aragon, sus leyes patrias no han sido dictadas por los respectivos pueblos, sino por los mismos Reyes, que las reunieron en un libro llados de las “Sietre Paartidas”. Se rumorea que estos mensajeros, no solo no fueron escuchados, sino que fueron despedidos en tono destemplado y de forma poco decorosa. La paciencia forzada suele transformarse en exasperacion. No hay borrico tan cobarde que, a fuerza de aguijonearlo, no termine por sacudir, alguna vez, contra su amo, un par de coces. Cuanto mas los leones, los españoles suelen mostrarse en tiempo de guerra. Pasadlo bien, y en cuanto este en vuestra mano, ayudad con vuestros sanos consejos al benignisimo joven Rey-Emperador....”

“Desde vuestro lado, quiero decir enviado por el Rey, ha llegado junto a nosotros el Cardenal Obispo de Tortosa. Ha traido un ejemplar de los Evangelios, sobre el cual se dice que el Rey pasó las manos prestando juramento de mantener sus privilegios y esttautos. Asi propuso el asunto a los valencianos, les mostro el libro y les señalço el lugar del juramento, aconsejandoles en el nombre del Rey que se den por contentos con esta promesa. Les argumentó que en la actualodad le era absolutamente imposible al soberano desplazarse hasta alli. Intent´persuadirlos de que lo debian jurar, aunque esstuviera ausente. Todo en vano. Arrugaron unos la nariz, sonrieron otros. La mayor parte, presa de indignacio, masculló unos refranes. Oid, sin embargo, uno del Caballero dorado don Frangello, educado desde niño en la Corte del Rey Catolico Fernando. Se acercó a mi, y medio riendo medio llortando, me didjo: “¿Qué te parrece opina de nosotros vuestro Rey, que srá tambien nuestro? ¿Se imagina, acaso, que los valencianos estanb tan alejados de la doctyrina cristiana, que ni siquiera tienen unos Evangelios, cuando supuso que habia de enviarnos un ejemplar? Tenemos Evangelios y fe en ellos. Lo que importa es que venga y que no nos tenga en tan poca cosa”. Tales son, o por el estilo, las saldias de estos ciudadanos a quienes se da de lado. Del estado de animo de los valencianos respecto a vosotros ya hay bastante. Hablaremos ahora de los alborotos y levantamientos que se han propducido. Aparte de las cotidianas revueltas del insolente pueblo contra la nobleza, el dia 25 de enero tuvo lugar una excepcionalñ. Hay entre los nobles un joven lleno de orgullo, por nombre don Rodrigo Giofredo. Existe asimismo entre las ramas de la artesania una dedicada a la confeccion de cogullas muy comodas para la vida maritima y campestre a la que el pueblo llama “capotes”. Un criado de don Rodrigo Giofredo se dispouso a explotar esta industria, sin haber consulktado anbtes a los directores de ella, denominados “sindicos”, sin cuya licencia no es permitido abrir en esta ciudad tienda alguna. Contra la voluntad de los sindicos de este gremio y al amparo de la proteccion de su señor, abri´ço el criado su tienda de capotes y publicamente empezó a tejerlos y venderlos. Se dio la orden de recurrir a las armas en protesta de la coaccion que se ejercia contra los sindicos de la industria de capotes. Acuden en auxilio de esta otras industrias, y en un abrir y cerrar de ojos se juntaron hasta quince mil hombres armados. Por toda la ciudad cundió en pánico de que la conviertieran en botin, pues, en la mayoría de las ocasiones existen en las ciudades descarados promotores de tumultos, que no tienen el menor empacho para aprovechar estas ocasiones para invvadir tales prados y sacan de las casas, aun en contra de la voluntad de los que las guardan, las banderas dl motin. El vulgo va en pos de ellos girtando que porenderá fuego a la casa de Giofredo. Por fortuna, casualmente atajó este mal, cuando ya empezaba a tomar cuerpo, vuestra amigo el doctor Figuerola, asesor del Governador. Se presentó en la tienda del reciente fabricantye de capotes, sacó todas sus existencias a la plaza pública y oirdenó prenderles fuego- Con esta revancha se apaciguó el furor de la pleba. Está dispuesto, no obstante, a promover nuesvos incendios por el mas leve motivo que se presente. Sino venis, esto se acabó. Conservaos bueno....”

“Entre los juegos de la fortuna no es el menos este del insolente pueblo valenciano, a quien vosotros pusisteis alas, como acontenció con la hormiga que quería volar. Conla concesión d sus derechos buscvan su propia ruina, y vosotros se la habeis concedido. Con esta conquista les han saldio dos alas, que, transportándolos por los aires, prointo los dejarán caer presa del hambre o vendrá,m a ser v´ctimas de las uñas de aves rapaces. Para vivier en él busca el aire cualquier mecánico, quien, abandanando su peculiar oficio, se pasa al ejercicio de las armas. Cada dia se hacen mas holgazanes y desidiosos con este nuevo género de desvergüenza que ellos denominan “llibertat”. Para presentarse elegantes los dias de fiesta quienes antes se contentaban con un ca`pote o el paño vil, ahora se gastan el jornal, ganado a costa de mucho esfuerzo, en jubones de seda y medias encarnadas y anadan haciendo el vago, se cargan de deudas y perecen de hambre en su casa. La otra ala es la que en dia no lejano les hundirá en la pobreza. Los nobles y los ricos eran los que les daban todo lo necesario para comer y vestirse ellos, sus esposas y su familia.Echados por ellos los nobles ¿quién les comporará ha subido precio los objetos de lujo? ¿Qué zapatero, carpintero u cualuier otro artesano pordá en adelante ganarse un céntimo con su industria?. Me dan compasión estasovejas que andan perdidas sin pastor. Promto caerán en la boca del lobo. Vamos ahora a alas solemniaddaes preparadas hace cuatro dias a los ridículos embajadores, según el pueblo les dice, pues no se ha de psar en silencio –para que os entereis los que estais al lado del soberano- que habeis puesto la espada en manos de unos locos, aumentándoles de este modo su locura. Al anochecer de auel dia salieron los artesanos al encuentro de sus embajadores hasta la ermita de San Antonio. Rebosan de gente el campo y los caminos que por medio de él hay. Salieron con hachas encendidas y mas de doscientos caballos. Se apretujan por las calles por donde habian de pasar, densos grupos de ancinos, mujeres y niños. A su voz en cuello y con lágrimas en los ojos por causa de la alegría aclamaban como libertados de la patria los carapinteros a su colega y los zapateros al suyo. En una palabra, al carpintero y al zapatero se los ha dispensado una acogida de Reyes. Con esto ha subido de punto la insolencia de los emisarios. Sabreis los acontecimientos posteriores. Pasadlo bien....”

“Apenas se había marcha el correo, que os llevaba mi carta con el rlato dispensado por el necio vulgo a sus representantes –que traian a los valencianos la mísera esclavitud bajo el nombre de libertad-, cuando viene otro correo, por lo que me mandais en nombre del Cesar que m,arche cuanto antes a vuestro lado. No me detengo, y mientras se disponen las caballerias de mi equipajo, voy a pedir la venia al cardenal romano de Tortosa. Le disgustó mucho mi repentina marcha. Se consolaba conmigo en su infortunio y hubiera deseado lo acompañase a su regreso, pues no espera otra cosa que ser llamdo de un momento a otro. Nada se conseguirá con retenerlo aquí. Vive preocupado con la cobnfusiñón d este pueblo. Los nobles, antes de salir de aquí por miedo al furor popular, decian que, aunque quisieran, no podian acceder con el brazo eclesiástico a los postulados del Rey, faltando los votos de otras ciudades que tenian derecho a él en las Cortes. Hablé con muchos de los presentes e intenté persudirlos para que admitiese las excusas del Rey-Emperador, que eran de la máxima urgencia y le obligaban a darse prisa por las causas, que pocos dias hace os exponía por escrito, acerca del imperio y de las sospechas sobre la entrevista del Rey de los franceses con el de Inglaterra. Les añadí un tercer argumento, interpelándolas con estas palabras: “Creo ¡Oh valencianos! Que estais enterados de quan terrible competidor de nuestro soberano a la corona imperial fue el Rey de Francia. Se comportá con dureza. Con todas sus fuerzas procurará este reducir a los electores, si el Rey no se da prisa”. En tal sebtido añadí otras muchas razones. La mayoría de los presentes admitía mis argumentaciones. Con acaloramiento las rebatian otros, arguyendo que el imperio no solo no era conveniente para estos reynos, sino tan siquiera para el propio Rey, y acaso, muy por el contrario, resultara un perjuicio. Afirmaban que eran libres y goizaban de sus prerrogativas; bajo el imperio de hinchada ambisiñon y de imperio vano. ¿Por qué hemos de feliciatr a nuestro Rey, si las rentas del imperio son tan cortas, según dicen? ¿Si no ha de ganarse ningun soldado alemán para la guerra sino a costa de grandes dispendios? ¿Si Alemania, a causa de sus hgorribles friuos, no es habitable sino por los indigenas? ¡Placería a Dios que tal fantasma hubiera caido sobre el francés!. Nosotros hubieramos disfrutado de nuestra paz y de nuestro Rey. Francia, a su vez, con mas gravedad cada dia, hubiera experimentado los mismos padecimientos que ahora nosotros soportamos y soportaremos, si Dios no lo remedia. Aquel humeante y esteril campo imperial necesita el riego de aguas extrangeras. Se agotarán nuetras fuentes, se secaran nuestros campos y nosotros perecemos de hambre, mientras tierras ajenas se saturan de nuestro pan. Tal es lo que, entre gemidos, dicen kis abandonados valencianos. Considerad como los dejais y conservaos buenos. Yo me pongo en camino hacía vosotros....”

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