sábado, 20 de marzo de 2010

LA CONQUISTA DE VALENCIA (I)



Autor: Ramón Menéndez Pidal
Historia de España (1212-1350) Tomo XIII – Capítulo III
Madrid 1996

Sumario: Las primeras acciones guerreras – Los reinos de “taifas” valencianos – La intervención de Jaime I en los problemas valencianos – La conquista del Reino de Valencia – La rendición de Valencia – La creación del “Reino de Valencia” – El final de la reconquista valenciana – Notas.

La frontera de lo que después sería el “Reino cristiano de Valencia” se estableció, en líneas generales, en la segunda mitad del siglo XIII. Pero no porque los musulmanes la fijasen, sino porque los cristianos alcanzaron hasta esos lugares en sus empresas reconquistadoras y repobladoras.

Un texto geográfico posterior –que podría datarse hacia 1200- señala que dependían de Valencia las regiones de Bairén, Cullera, Murviedro (Sagunto), Almenar, Alcira, el fuerte de Játiva, Castellón (de la Plana), Abisa (cerca de Peñíscola), Peñíscola., Olocau (del Rey), Morella, Cervera (del Maestre), “Hawlaka”, la barriada de Burriana, que era un territorio con numerosas aldeas, “Kort”, Requena y Buñol.

Seguían vigentes los pactos de Cazola, que atribuía la conquista de estas tierras a la Corona de Aragón.

Las líneas de acceso desde la Corona de Aragón a las tierras meridionales de Valencia estaban en manos de los hospitalarios y templarios (Tortosa y Amposta), de los calatravos (Alcañiz), de algunos nobles aragoneses y del Rey (comunidad de Teruel). De ahí que la postura de las Ordenes Militares fuese fundamental para el futuro conquistador. Todos cobraban ciertas cantidades sobre las mercancías que comerciaban entre los musulmanes valencianos y los cristianos del norte. De ahí que las Ordenes militares se inhibiesen de los problemas de conquista, ya que si se adelantaban las fronteras dejarían de percibir tales impuestos. De ahí, por tanto, que la reconquista de Valencia se hiciese a partir de Teruel, que formaba una “comunidad” de hombres libres, solo dependientes del monarca.

Las primeras acciones guerreras.

El día 27 de abril de 1224 el obispo Poncio de Tortosa solicitó a Jaime I de Aragón que le confirmase los antiguos términos de su obispado, tal como lo habían hecho sus abuelos los reyes Alfonso II y la reina Sancha el día de la consagración de la catedral.

Esta confirmación iba a contraponer los intereses del obispado de Tortosa con los de los hospitalarios y templarios. El rey Alfonso II de Aragón había confirmado a la diócesis de Tortosa (diciembre de 1178) todo cuanto se contenía en unos amplios límites, que alcanzaban por el sur aproximadamente hasta donde hoy están los de las provincias de Castellón y Valencia. Pero esta concesión de diciembre de 1178 y su subsiguiente confirmación de 1224 estaba en oposición con las que en marzo de 1175 y 1176 había hecho el mismo Alfonso II a los templarios de la quinta sobre las rentas de Tortosa y la donación de tierras y “estanys” en Amposta, y con la donación del castillo de Ulldecona, que en marzo de 1178 había suscrita el citado Alfonso II.

El día 22 de abril de 1225 se celebraban Cortes en Tortosa, cuando Jaime I “había tomado la cruz para expugnar a las bárbaras naciones y había convocado a Esparago, arzobispo de Tarragona, y a los obispos nobles de la Marca Hispánica, para que, juntos en Tortosa, le aconsejasen y ayudasen a promover el negocio de la Cruz”.

A estas Cortes asistieron hasta cincuenta y cuatro personas, bien conocidas por los historiadores, y una serie de innominados. Entre los clérigos estaba fray Bernardo de Campanas, comendador de Ribera. En tales Cortes se establecieron unas paces y treguas que obligarían después de haber transcurrido quince días.

Un recuento de los votantes en las Cortes de Tortosa es aleccionador. En teoría, todos los votantes se comprometían a asistir a la “cruzada” contra Peñíscola. Pero en la realidad sólo se ha podido documentar la asistencia del 31 por 100, lo que indica el escaso interés que existía en esos tiempos en la Marca Hispánica (después Cataluña) por las empresas valencianas. Y era lógico, ya que las tierras sitas al sur del Ebro, desde Amposta hasta Ulldecona, no eran catalanas, sino integradas en el reino de Aragón, desde toda la mitad del siglo0 XII. De ahí también que la nobleza y pueblo aragoneses considerasen la empresa de Peñíscola como propia, y que se utilizase a Teruel como base de operaciones.

A los pocos días de haberse producido la predicación de la “cruzada” en Tortosa (abril de 1225), el amenazado gobernador almohade de Valencia, Abú Seyt, buscó la colaboración de Fernando III de Castilla, reconociéndole vasallaje en el castillo de Moya (Cuenca), ya el siguiente mes de mayo.

A la convocatoria contra Peñíscola acudieron los nobles aragoneses principalmente (obispo de Zaragoza, Ato de Foces, Blasco de Alagón y otros muchos mas), que tenían obligación de prestar servicios al rey durante tres meses. El asedio está documentado entre el 13 de agosto y el mes de octubre de 1225, justo los tres meses aludidos. Pero Jaime I de Aragón fracasó totalmente en Peñíscola, y regresó a sus tierras de procedencia.

Es posible que al siguiente año, 1226, convocase una nueva expedición contra el “Reino de Valencia”. Pero las noticias proceden de la misma “Crónica” escrita por el rey y a sui vez prosifican una canción de gesta que narraba la muerte del noble Pedro de Ahones. Las contradicciones históricas que contiene esta narración obligan a poner en tela de juicio todo lo dicho sobre la misma, hasta que la documentación la confirme o niegue. Es evidente que tal “Crónica” miente al señalar que el rey Abú SEIT ofreció la quinta parte de las rentas de Valencia y Murcia ya que en esos años no poseía ésta última ciudad.

Los sucesivos fracasos de 1225 y 1226 podrían explicar que el siguiente 14 de julio de 1226 extendiese el rey Jaime I un documento de donación a favor del noble Blasco de Alagón, dándole cuantos castillos, villas y tierras pudiese conquistar en tierras de moros; donación que años mas tarde plantearía algunos problemas al mismo otorgante.

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