domingo, 6 de diciembre de 2009

LA PREAUTONOMIA VALENCIANA (III)

COMIENZAN LAS ANDANZAS DEL “PLENARI”

Pepe Guillén Milla
A raíz de la proclamación de Adolfo Suárez González como Presidente del Gobierno en ciernes, en el mes de julio de 1976, comienzan los movimientos políticos de los partidos en la clandestinidad, que fueron todos autorizados por el presidente, incluso hasta el Partido Comunista de España (PCE), que presidió, el de mal recuerdo, llamado Santiago Carrillo, uno de los principales jefes de las checas madrileñas durante la guerra civil de 1936-39, cuyo acto criminal más conocido fue los asesinatos de Paracuellos.

Con este nombramiento (el de Suárez) comienzan las disensiones entre los distintos partidos políticos y el presidente del gobierno. Ya se van posicionando muchos políticos, hasta el momento en la clandestinidad silenciosa, para tratar de asegurarse un puesto en las Cortes Generales y en el Senado, cuya formación vendría después de las primeras elecciones democráticas producidas en España después de la muerte del general Franco.

Y Valencia, por mediación de Emilio Atard y Manuel Broseta Pont, ambos de la UCD. (partido de Suárez) no se privan de opinar en los siguientes términos sobre el gabinete formado por el presidente Suárez: “con categoría de directores generales y subsecretarios, pero que carece de la ejecutoria capaz de recuperar la esperanza tácita que parte de la oposición tenía en el resultado definitivo de la gestión de los reformistas” (De Albiñana a Monsonís, agonía del pueblo valenciano –en delante De Albiñana... -Vicente Ramos – Valencia 1981.) Ni que decir tiene que el resto de los partidos que intervendrían en los primeros comicios electorales eran, prácticamente todos, de declarado signo izquierdista: PSOE, PCE, PSP, Independientes PSOE, CIC, y otros.

Los nombres que representaban a estos partidos eran sobradamente conocidos durante el régimen franquista como pertenecientes, en su mayor parte, a la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, partido creado por José Antonio Primo de Rivera, de marcada deriva derechista. Muchos de ellos, también integrantes en su momento de los sindicatos estudiantiles -los conocidos como el SEU-, creados en el régimen franquista y, cómo no, también algunos de ellos formados en seminarios eclesiásticos.

Sin embargo, muchos de estos políticos de nueva traza, no dudaron en presumir de su lucha en la clandestinidad y su estancia en prisión represaliados en vida de Franco, por su oposición al régimen establecido en la dictadura. Nada más lejos de la realidad, a excepción de muy contados casos, como posteriormente se fue averiguando.

A decir de Vicente Ramos (De Albiñana...) “Y aquí estalló la malaventura para Valencia: que los partidos mayoritarios, descarada o disimuladamente, se inclinaron en pro del catalanismo”. Sale a la luz el estrafalario proyecto de los Países Catalanes, proyecto para el que sería prioritario, además de la política, la reunificación de las culturas de las distintas regiones (Valencia, Mallorca y Aragón, especialmente) con la supremacía de Cataluña, y dentro de esta agresiva campaña cultural, lo más importante a conseguir se centraba en el idioma, al objeto de perpetuar una normalización lingüística y cultural mediante la campaña de reconocimiento oficial de la lengua, por supuesto la catalana.

En el mes de julio de 1977 se reúnen todos estos grupos políticos en Valencia y se acuerda por unanimidad abrir el proceso de creación del “Plenari” mesa compuesta fundamentalmente por políticos socialistas, comunistas, todos ellos de decidida tendencia pancatalanista, que no tardaron en acobardar a las amedrentadas posiciones derechistas, por supuesto, con gran facilidad y escasa utilización de la fuerza dialéctica, por la debilidad que los componentes de la UCD y de AP demostraron en todo el proceso preautonómico, debilidad de las derechas que se continua manifestando en la primera década del siglo XXI.

“¿Y cual fue la primera medida que este elenco de parlamentarios adoptó, pues, sencillamente, ordenar la retirada inmediata de una señera coronada que se encontraba en el salón de reuniones del Hotel Don Jaime de Valencia y sustituirla por la bandera catalana (De Albiñana...)”.

Las Provincias del día 7 de agosto de 1977 comenta: “Al fondo de la sala se había colocado una Señera con franja azul, que fue denunciada inmediatamente por prácticamente la totalidad de los reunidos: los responsables del hotel procedieron a quitar esta franja con toda rapidez: cuando llegaron los reunidos, el asunto estaba resuelto”. ¿Cómo se resolvió el asunto? Dejando una cuatribarrada que era del gusto de los asistentes a la reunión.

En anexo número I se transcribe el texto del PROYECTO DE ESTATUTO DE AUTONOMÍA DEL PAÍS VALENCIANO (1979).

En anexo II se transcribe el texto SINOPSIS DEL ESTATUTO DE LA COMUNITAT VALENCIANA.

Tal es la despersonalización que se perseguía con el término que querían acuñar como denominador de nuestro Reino de Valencia, que se persiguió con todos los medios al alcance de los parlamentarios del “Plenari”, aun a costa del desagrado de una gran parte del pueblo valenciano que consideraba y considera que nuestra verdadera denominación corresponde a la de Reino de Valencia.

Vicente Ramos en (Pancatalanismo...) nos dice: La denominación País Valenciano, sustituyendo a la secular y jamás abolida de Reino de Valencia, comenzaron a usarla en los años de la II República quienes deseaban evitar cualquier connotación monarquizante, sin tener en cuenta que la palabra reino, a la luz de la definición académica, se aplica a “cualquiera de las provincias de un Estado que antiguamente tuvieron su rey propio y privativo, Reino de Aragón, de Sevilla...” Es decir, que la voz reino dicha de Valencia...es de legítimo empleo sea cual fuera el régimen político de España” Y más adelante nos aclara: “la voz país conlleva eminentemente un significado geográfico, ajeno por completo a los valores históricos, culturales y espirituales del pueblo que lo habita”.

Por tanto, todos aquellos que en aquel entonces y en la actualidad se empeñan en denominar a nuestro Reino como “país...” están totalmente ignorantes de lo que significa, tanto la palabra país como la palabra reino. Pero en el caso de “país”, las connotaciones para el catalanismo no eran ni son geográficas, ni culturales, etc., son mera y políticamente absorcionistas con el fin de despersonalizar nuestra historia mediante el proyectado genocidio cultural del pueblo valenciano.

¿Qué se pretende con toda esta orquestación? Indudablemente la desvalencianización y la progresiva pérdida de la naturaleza valenciana y sus raíces culturales, dentro de las cuales se integran la historia, la lengua, el arte y todas las manifestaciones representativas de la idiosincrasia de los valencianos. Nuestras costumbres, nuestra historia es la que es y, de igual manera que los valencianos no pretendemos anexionarnos ninguna cultura ajena a nosotros, tampoco consentimos que ningún expansionismo foráneo, mucho menos el expansionismo catalán, se considere con derecho a invadirnos, como si se tratara de una conquista bélica con la posterior “entrada a saco y rapiña”.

Si nos desvalencianizan nos despersonalizan y si se produce nuestra despersonalización perdemos toda actitud de resistencia y pasamos a ser catalogados como un pueblo que puede ser absorbido en cualquier momento.

A pesar de ello, a pesar de los graves peligros en que se incurre con la despersonalización de un pueblo, dentro de su naturaleza las distintas “clases de valencianos” han contribuido a que los problemas derivados de la preautonomía se prolonguen hasta nuestros dias y que, incluso con la utilización errónea de los votos en las urnas, tengamos que estar soportando los constantes ataques a nuestras históricas raices, fundamentalmente con la mitificación de la lengua catalana y, precisamente por la lengua catalana se pretende la unifación, pues para Cataluña lo fundamental es que todos lleguemos a estar convencidos de que hablamos la misma lengua. Hitler era también partidario de esta tésis, pues en plena anexión de Austria ya dijo que... si todos hablamos alemán, somos unicamente alemanes.

Y veamos cuales fueron algunas de las actitudes políticas en relación con la autonomía valenciana.

El 11 de marzo de 1978, y como resultado de la petición a las Cortes Españolas, se le concede la preautonomía al “País Valenciano”. Previamente a ello, en 10 de septiembre de 1977, fue oficialmente inscrito en el registro de partidos políticos, el grupo terrorista catalanista Partit Socialista d’Alliberament Nacional (PSAN), partido que iba a tener una especial relevancia en todo el proceso preautonómico del Reino de Valencia, y cuya lucha estaba plenamente dedicada a la integración del pueblo valenciano en el estrafalario proyecto de los Países Catalanes, incluso recurriendo al terrorismo por sus manifiestas relaciones con el grupo terrorista catalán Terra Lliure

“El simbolismo, tan nefasto para nuestro pueblo, es evidente: el citado partido cifra su razón de ser en la destrucción del Reino de Valencia con el objeto de integrar sus despojos en nueva “comunidad nacional” bautizada Países Catalanes; País Valenciano es el nombre de una segregada zona del Reino, elegido por pancatalanistas y sostenido por parlamentarios, topónimo necesario para que, en un mañana de profundo debilitamiento español, el calificativo “valenciano”, mero accidente, sea sustituido por “catalán, meta de ambiciones independentistas” (Pancatalanismo entre valencianos –en adelante Pancatalanismo...- Vicente Ramos – Valencia 1998).

Y, a raíz de estas pretensiones pancatalanistas, surge entre el pueblo un movimiento valencianista que sería capaz de poner a los parlamentarios preautonómicos contra las cuerdas, hasta tal punto que en el Estatuto de Autonomía, aprobado por Ley Orgánica 5/1978 de 1 de julio, y después de innumerables presiones en la calle por parte de estos sectores sobre las fuerzas políticas preautonómicas, se logra el Idioma Valenciano para nuestra lengua autóctona; la Real Senyera tricolor, como nuestra histórica bandera y el Himno de la Exposición Regional de 1909, letrado por Maximiliano Thous y musicado por el Maestro Serrano, como el oficial para nuestra Autonomía. Pero no puede conseguirse nuestro histórico nombre de Reino de Valencia para la denominación de esta tierra valenciana, consensuándose el anodino de “Comunidad Valenciana”, maquinado en los despachos por la totalidad de los partidos políticos incipientes en los años de los movimientos autonómicos posteriores a la muerte y desaparición de la dictadura franquista.

Y Almela y Vives nos lo dice: “(Pancatalanismo...) el valencianismo político, incluso el de sentido más liberal, había venido siendo tachado de reaccionario por quienes veían en él una competencia, siquiera con la categoría de posibilidad remota. Emplear en tal caso la expresión Reino de Valencia casi equivalía a reforzar la acusación del enemigo, que no dejaría de interpretar lo de Reino como una afirmación monárquica. Y, en este sentido, la expresión de País Valenciano constituyó una oportuna adaptación” y, añade Vicente Ramos “oportuna e ignorante y hasta cobarde, como ahora, en 1977, ocurre.

A pesar de lo establecido por las fuerzas políticas en el primer estatuto de autonomía, las izquierdas (partidos y sindicatos) continúan denominando nuestra Comunidad con el antiestatutario “País Valenciano”. Por el contrario, las fuerzas políticas de derechas no tienen ningún interés en denominar a nuestra tierra como Reino. Incluso Alianza Popular del Reino de Valencia pasó a denominarse AP de la CV., luego PP de la CV.

En relación con la Real Señera, además, en muchos ayuntamientos dominados por las izquierdas e incluso por las derechas, se continua exhibiendo en sus edificios y actos culturales y políticos, la márfega cuatribarrada catalanista (“márfega” colchón de hojas de mazorca de maíz (pellorfa) que se utilizaba como cama en las barracas valencianas por las familias con escasos medios económicos de vida. Las hojas de maíz se introducían en unas telas listadas en rojo y amarillo y de ahí la similitud con la bandera catalana). ¿Los motivos? nacen del fracaso político en las negociaciones. Y nos lo recuerda Vicente Ramos: “Bandera, lengua y denominación de territorio- sin olvido de la provincia. Constituyen las claves que distinguen el pancatalanismo del valencianismo, y la ambigüedad de su tratamiento ha determinado el fracaso político tanto del Consell como de la UCD, ya que pesoistas y comunistas siempre se han mostrado pancatalanistas...” (De Albiñana...).

Y el periódico Valencia Hui nos dice: “El pueblo ganó la Batalla de Valencia al PSOE cuando intentó imponer a la fuerza la bandera cuatribarrada catalana, la denominación de catalana para la lengua autóctona y el topónimo ‘país valencià’ en el Estatuto de Autonomía de 1982. El pueblo, constituido en multitud, salió a la calle a defender sus principales señas de identidad, hasta que logró que quedaran reconocidas en el Estatuto.
Esa voluntad popular fervientemente manifestada por miles de valencianos hasta medio millón en una sola manifestación ha venido siendo violentada pero sin pausas hasta vaciarla de contenido, modificarla o descafeinarla.
La afirmación de “Haz tú la Ley y déjame a mí el Reglamento” se ha aplicado a conciencia, premeditación y alevosía en el caso de las señas de identidad valencianas, especialmente en lo referido a la terminología ‘país valenciano’ y denominación de la histórica Lengua Valenciana.”

La denominación de Comunidad Valenciana se consensua en la “moqueta” –es decir, los despachos- por una serie de parlamentarios que, careciendo de toda rigurosidad histórica de nuestro Reino y en función de las ambiciones políticas de todos aquellos incipientes partidos, se decantan por las concesiones al pancatalanismo imperante, perpetrando, con ello, la mayor traición preautonómica sufrida por nuestra tierra. Después... vendrían mas traiciones, pero de ellas ya hablaremos más adelante.
Y consecuencia de todas estas genocidas barbaridades históricas, que el pancatalanismo iba tejiendo sobre nuestra historia y cultura, nace el movimiento más importante que el valencianismo constituyó en los albores de la democracia. Si hasta el momento no se había producido esta reacción de valencianismo fue porque durante la dictadura no apareció por ningún lado el movimiento pancatalanista. Los catalanes bastante tenían con estar callados y aprovecharse de las prebendas con las que se mimaban sus economías y de los privilegios que gozaban dimanantes de la política proteccionista del franquismo a las regiones industriales (Vascongadas y Cataluña, principalmente).

Bien es cierto que durante el franquismo solamente se reconocía como lengua propia del estado el español. No cabía la posibilidad de que en ningún centro escolar ni organismo público pudiera utilizarse la lengua valenciana. No obstante ello, nuestra lengua continuó trasmitiéndose de madres a hijos, como en muchísimas siglos pretéritos se hizo, manteniéndose viva su utilización entre el pueblo plano, transmisión que nos ha servido para que hoy (fuera de las instituciones que obligan a la utilización del catalán,) podemos continuar utilizando la auténtica lengua valenciana heredada de nuestros antepasados.

Pero volvamos la vista atrás y entremos de lleno en los acontecimientos que se produjeron, en contra de las ideas pancatalanistas que, para nuestro Reino de Valencia, tenían los políticos y que, someramente, hemos comentado en los anteriores párrafos. Entremos de lleno en lo que se conoció como......
Continuaremos.

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