jueves, 20 de agosto de 2009

¿ES POSIBLE UNA CONVERGENCIA SOCIAL Y POLITICA VALENCIANA?

AUTOR: FRANCISCO DOMINGO IBAÑEZ. Introducción: RUSSAFI.

Introducción: A continuación reproducimos un artículo de Paco Domingo (+) Presidente de Valencia 2000, asociación cultural creada por los años setenta del siglo pasado, para mover el sentimiento valencianista de los valencianos de cara a la incipiente autonomía que se nos estaba gestando, después de fenecido el periodo de la dictadura franquista desaparecida con la muerte del dictador Franco acaecida en el año 1.975.

Francisco Domingo Ibañez fue un hombre, valenciano y valencianista, que dedicó buena parte de su vida a la defensa de los intereses y cultura valencianos, tanto a nivel personal como al frente de la Asociación Valencia 2000 que presidió durante un buen numero de años, hasta que falleció.

La Entidad Valencia 2000 realizó innumerables campañas de valencianización dentro de nuestro Reino de Valencia, conferencias, actos culturales, políticos, etc. y trató siempre de aunar criterios valencianos y valencianistas de cara a una convergencia de ideas políticas que nos permitieran satisfacer nuestras necesidades autonómicas y nacionalistas, a las que siempre tuvimos y tenemos derecho por la importancia de nuestro reino desde los comienzos de nuestra historia como pueblo diferente y diferenciado de cualquier otro de los que existen dentro del territorio español.

El artículo que a continuación se reproduce pertenece a la introducción del libro ¿Es posible una convergencia social y política valenciana?, (Asociación Cultural Valencia 2000, Valencia 1985) en la que intervienen diferentes personas de la política y de la cultura valenciana. En él manifiestan el deseo de que nuestra autonomía, nuestro Reino de Valencia, consiga todas las ventajas y obligaciones que la Constitución Española permite al resto de las autonomías, debiéndosenos considerar como una nacionalidad histórica con mucho más derecho a ostentar este titulo y prerrogativas que las autonomías históricas que hoy por hoy tienen esta denominación y capacidad política.

Valencia, el Reino de Valencia, siempre ha sido y continua siendo la autonomía, la nacionalidad maldita, dentro de la España contemporánea.
La marginada, la olvidada, la denostada, la privada de los más elementales derechos constitucionales, como consecuencia de los depravados usos políticos que, desde el advenimiento de la democracia, está siendo objeto. No hemos tenido, no tenemos, políticos que se hayan tomado el más mínimo interés por llevar a nuestro Reino a los altos niveles de autonomía que nos pertenecen. Los enjuagues políticos son los que siempre prevalecen y ello nos sitúa en los más bajos niveles de autonomía y de identidad cultural, subsumiéndonos dentro de sus maniobras políticas y creando el enfrentamiento entre los propios valencianos, valiéndose para ello del grave problema de nuestra identidad y de nuestra lengua. El catalanismo, como siempre, continua dominando a la clase política valenciana. Por ello, la necesidad de una concentración política valenciana y valencianista es cada día más acuciante, más necesaria, sin la cual los valencianos jamás podremos ocupar el lugar que por derecho e historia nos pertenece.
Hoy más que nunca, el artículo de Paco Domingo, es de una importantísima, necesaria diría yo, vigencia. Hoy más que nunca, los partidos valencianos y valencianistas deben unir sus esfuerzos, sus voluntades, dejando al margen las pequeñas diferencias de criterio político que les separa, al objeto de poder crear una fuerza politica que pueda competir con los partidos catalanistas (PP. PSOE. EU. Bloc) que ocupan el espectro político de nuestro Reino de Valencia. Hoy más que nunca debemos aunar esfuerzos, debemos estar todos a una, obviando las filiaciones políticas e intentando que predomine el sentido valenciano y valencianista por encima de todo objetivo que nos pueda apartar del fin para el que debemos luchar: el reconocimiento de nuestra identidad, de nuestra, cultura, de nuestra historia y, por encima de todo de nuestra lengua valenciana, principal seña de identidad que diferencia a los pueblos y sin la que, el nuestro, está abocado a su desaparición.

Artículo:
En una España constitucionalmente autonómica cada Comunidad debe dar su propia respuesta al reto de modernización del país. El Estado de las autonomías no es un paso atrás, sino una mirada de esperanza y de convicción en el propio futuro de España y de cada una de sus diecisiete entidades territoriales. Para ello, todo pueblo debe ser capaz de administrarse a sí mismo, administración que no debe circunscribirse al plano económico sino también al sociocultural. Es por ello que deben ser elegidos administradores que se hallen políticamente comprometidos a trabajar en un modelo de sociedad que debe partir de estimaciones propias y en las que el bien de cada uno de los pueblos de España se halle por encima de divergencias partidarias.

Así, los valencianos, en esta década crucial de nuestra Historia, ante el reto que Europa supone para España entera, no podemos construir nuestro modelo autonómico ni a base de radicalismos reivindicadores ni en función de una disciplina mimética. Hemos de tener nuestro propio rumbo. Hemos de ser pragmáticos. Nos es precisa una convergencia de intereses y objetivos para poder afrontar nuestro futuro con la seguridad de obtener una mejor calidad de vida para nuestro pueblo dentro del más fiel respeto a nuestra tradición histórica.

Hemos de rescatar nuestra propia personalidad, núcleo fundamental de la historia de los pueblos. Esta identificación ha de culminar en una expresión política que, en nuestro caso, ha de asentarse sobre razones pragmáticas. Nunca en base a negaciones sino a propias afirmaciones. En razones lógicas, sensatas y de una gran generosidad que alcance a todos los españoles.

Debe analizarse qué modelo de sociedad autonómica deseamos. Debe tenerse la conciencia de que decisiones importantes, transcendentales, están a nuestro alcance por primera vez en muchos siglos. Debe buscarse, sin exclusiones a priori, una identidad convergente valenciana que reúna a las comarcas de nuestras tres provincias en un afán común.

Ello ha de producir una sensibilización de los objetivos del valencianismo autonómico que supere ampliamente los residuos apenas perceptibles que permanecen desde los años treinta.

Ha de potenciarse un valencianismo político que integre los intereses de Alicante, Castellón y Valencia en una unidad superior que represente a todos los valencianos y supere la indiferencia y el antagonismo de intereses que en alguna ocasión ha enfrentado a las provincias hermanas.

Antagonismo alimentado, en muchas ocasiones, por una falsa interpretación de nuestra Historia y de nuestra cultura que nos atribuye influencias foráneas.

El pueblo valenciano, en su inmensa mayoría, se opone a esas supuestas raíces catalanas que, en ocasiones sutilmente, otras veces con descaro, se nos están filtrando con la aquiescencia o el beneplácito del poder establecido, cuando no con la ayuda directa de las Instituciones que debieran ser de todos los valencianos. Tratan, con ello, de crear una conciencia pancatalana, culturalmente primero y con posibles fines políticos después, que, olvidándose de razones de identidad cultural, sirva para asentar una mejor oferta económica con miras a la Europa de las regiones, a Estrasburgo, en definitiva, donde la realidad valenciana quedaría difuminada, ignorada, inmersa dentro de un irreal marco geó-político.

Este mensaje ha cautivado en ciertos sectores universitarios que, aparte sentimientos más o menos ideológicos, han visto, con ello, ciertas posibilidades de proyección intelectual que sectores de la propia sociedad valenciana les han negado en ocasiones.

Frente a esta tendencia absolutamente contraria a los intereses del pueblo valenciano, negadora de nuestra propia personalidad y cultura, aparece el valencianismo del sentimiento que genera su propia fuerza de la reacción ante lo que considera una injerencia extraña y se manifiesta en la defensa de los símbolos y denominación al tiempo que reivindica la diferenciación de su propio idioma, la lengua valenciana en la que se expresaron los escritores de nuestro Siglo de Oro.

Tachado de ignorante por activos aunque minoritarios círculos universitarios, equivocado por quienes detentan el poder, el pueblo valenciano se pliega sobre sí mismo esperando que se le muestre su verdadero camino, -el camino- de su proyección como protagonista de su propio futuro, de un futuro que sabe difícil dentro de la Comunidad europea.

Ciertamente la inexistencia de un valencianismo político, que debería haber instrumentado el valencianismo cultural en su momento, nos ha llevado a un valencianismo popular, perdido en barroquismos que, no estando satisfecho mayoritariamente con ninguna alternativa política concreta, se niega a si mismo y se desencanta de unas clases dirigentes tanto en lo político como en lo cultural que en lugar de recuperar la identidad histórica valenciana optan por imitar alternativas culturales e incluso políticas de otras regiones españolas.

La decadencia valenciana se produce, inevitablemente, cuando no se le da respuesta política propia al propio pueblo. Ese es el drama de Valencia y de los valencianos de las tres provincias.

La Asociación Cultural Valencia 2000 cree que es importante, fundamental, que los valencianos encuentren su propio camino a tenor de las posibilidades que les ofrece el nuevo Estado de las autonomías. Que se encuentren a si mismos. Que se identifiquen con la responsabilidad de su propio futuro, conjunta y solidariamente con los demás pueblos de España, pero siempre desde su propio prisma de nacionalidad autóctona y diferenciada.

Creemos que el valencianismo político ha de salir del falso circulo en que se ha encerrado para encontrar una identificación con el pueblo valenciano mucho más amplia y ambiciosa que la que se ha creado artificialmente. Para ello ha de buscar las claves de un futuro que aune criterios, que reúna objetivos dispersos y que se centre toda su fuerza en la consolidación de un pragmatismo valenciano que sea el punto de partida de un absoluto fortalecimiento autonómico solidario con el resto de España.

Este sentimiento solo es posible con una gran generosidad y claridad de objetivos que deben primar sobre toda intransigencia y mezquindad. El pueblo valenciano merece que se le ofrezca lo mejor que cada uno de nosotros llevamos dentro.

La idea de una Convergencia Social y Política valenciana se inscribe dentro de estos supuestos. Por encima del acuciante servilismo de lo inmediato están los intereses perennes de un pueblo que ha de forjar, aun, su propio futuro. Un futuro que deberá propiciar un mayor bienestar, una libertad mayor, una convivencia sin dependencias centralistas y unas posibilidades de realización autonómica que nos permitan ser mejores europeos en una España europea.

El valencianismo sentimental solo se manifiesta ante la agresión y aún así, con pronunciamientos tímidos. Aparece únicamente cuando se pone en tela de juicio su identidad, sus símbolos y nominaciones u otras características patriotico-sentimentales.

La política valenciana debe reflexionar sobre su propia identidad. Debe investigar su propio ideario. Son las ideas, la fuerza de las ideas, el motor que mueve a los pueblos. Es la filosofía de un quehacer común la que puede aportar al valencianismo político los nuevos horizontes que precisa para ser plenamente asumido por el pueblo.

VALENCIA 2000 ha querido someter a la sociedad valenciana una pregunta fundamental para el desarrollo futuro de nuestra Comunidad dentro del marco de la España de las autonomías:

¿Es posible una Convergencia Social y Política valenciana?
Han participado en el ciclo de conferencias que hoy se reúnen en este volumen distintas personalidades valencianas, protagonistas unas de un reciente pasado político; del presente, otras, y otras, en fin, que posiblemente lo sean en el futuro. Todas ellas con distintos matices ideológicos.

Algunos han declinado participar por razones que no merecen ser comentadas y muchos otros no han podido hacerlo por falta de tiempo en el período previsto.

Creemos que lo importante, en todo caso, era plantear el problema; hacer la pregunta. Si se reconoce un cierto grado de insatisfacción, estamos en el comienzo de la posibilidad de hallar soluciones. El silencio y la inhibición no llevan a parte alguna.

A lo largo de las distintas opciones que se han ofrecido por cada conferenciante, ¿existe un determinado punto de encuentro? Creemos que sí. Valencia necesita una respuesta afirmativa que haga posible la articulación del populismo valenciano en un trenzado cultural y político. El valencianismo necesita del compromiso cierto y efectivo de toda la sociedad; del sostén y apoyo económico de esa clase media silenciosa cuando no recelosa.

El nuevo valencianismo político ha de basarse en la evidencia del difícil presente y en la proyección del no más fácil futuro. Ha de asumir el hecho autonómico y articular, al propio tiempo, una opción política mayoritaria que haga posible una autonomía real. Una Comunidad autónoma sin poder autonómico de hecho, con una dependencia centralista, sea cual fuere su centro, es un absurdo, una negación de su propia esencia. Los valencianos tenemos muy arraigado el sentimiento de solidaridad con el resto de España. Todo lo cual es altamente elogiable y una cualidad que debemos mantener. Pero, en ningún momento, ello debe ser el obstaculo para ejercer nuestras efectivas posibilidades de autogobierno.

Es nuestra propia Historia la que abre sus páginas ante el pueblo valenciano. Las páginas de un futuro que sólo será valenciano si somos capaces de construir una política valenciana. Una política que aúne los esfuerzos e inquietudes de todos. Una política convergente propia. Estrictamente valenciana.

Francisco Domingo Ibáñez (q.e.p.d.)

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